Recuerdos

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Ahora que todos estamos hablando de paz total, viene a la mente el recuerdo de un muchacho que había nacido en la vereda La Humareda de Santa Isabel, en el hogar de una familia muy pobre y pronto mostró sus inclinaciones por aprender sastrería y el ordeño de las vacas.
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Un día un agente de la policía conservadora, que existía en esa época, lo bajó a golpes hasta el centro del pueblo, para obligarlo luego a limpiar la cárcel y la consistorial. En un descuido del agente, al llegar a la esquina de don Rafael Giraldo, el muchacho golpeó al policía y salió corriendo hacia Colón. La policía comenzó a buscarlo, los vecinos a esconderlo y el dueño de una finca le regaló una carabina. A los pocos días otro muchacho llegó armado y le dijo: ‘yo lo acompaño’ y la policía los rodeó y en el tiroteo mataron dos agentes. Se incrementó la persecución y los muchachos tomaron el camino que va al Páramo de Santa Isabel y como crecía la persecución de la policía, decidieron  desplazarse para el lado de Venadillo, donde operaba el chusmero “Alma Negra” y cuando el ejército lo dio de baja, Jacinto Cruz Usma, que así se llamaba el joven de La Humareda, asumió el mando del grupo con el nombre de “Sangrenegra” y comenzó su recorrido de matón que lo hizo famoso.

Aún se recuerda el segundo asalto que hizo “Sangrenegra” a los ocupantes de un bus que se dirigía a Santa Isabel. Obligó a todos los pasajeros a bajarse con cédula en mano y cuando vio la de quien le regalaba  semanalmente mercado a sus ancianos padres, Jacinto Usma exclamó: “Perdone Don Juan, no sabía que usted venía en este bus.

Súbase el carro”. Y don Juan le respondió: “Me subo pero con todos”  y así se hizo, ordenándole al conductor que siguiera su camino. Mucho se ha escrito sobre “Sangrenegra”, verdades y mentiras, pero ninguno se ha tomado el trabajo  de escribir sobre Jacinto Cruz Usma.

Cambiando de tema, también se recuerda que, a mediados del siglo pasado, a unos politiqueros  les dio por robarse una parte del Parque  del Centenario y urbanizaron el terreno ilegalmente apropiado, sin que nadie protestara. Parece que ahora se repite la operación. A continuación de lo arborizado la motosierra hace su agosto con los árboles y la tumbada del rastrojo que llega a la urbanización sobre la Pioja.

Sorprende el silencio de los medios de comunicación, de las autoridades y de la ciudadanía. Un patrimonio  natural y turístico sin dolientes. Lo mínimo que se debe hacer es  crear un movimiento cívico en defensa del parque, promover las investigaciones respectivas y el  castigo para los responsables del daño.

Son varios los sectores habitados en Ibagué que tienen  problemas  de  suministro de agua y los señores curadores que expiden las licencias  de construcción, no se sabe qué papel juegan. 

 

 

Héctor Manuel Galeano Arbeláez- BERRACUNDEO

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