Un colombiano en Miami

Hermógenes Nagles

Los gringos, ojiazules, rambos y barbies, nacidos en norteamérica, afroamericanos, mestizos, españoles, chinos, hindúes, cristianos, católicos, judíos o musulmanes de todas las etnias, países y razas, entramos a la recta final de las elecciones presidenciales con pandemia y con tapaboca y bajo un tablero electrónico que nos recuerda todos los días que pasan de 5 millones los infectados de Covid 19 y 160 mil las personas fallecidas en los 54 estados de la Unión Americana por el virus de la China.
PUBLICIDAD

Uno se duerme escuchando los discursos de Clinton, Obama, Hillary, Blomberg y Biden enjuiciando los horrores y las bestialidades de Trump y se levanta oyendo las peroratas de la defensa maquiavélica del Presidente archimillonario de peluca rojiza, unas veces subiendo al avión y en otras bajando las escalerillas, tratando de cogerle la mano a su amada Melania pero esta se rehusa como diciéndole quieto Donald córrete para allá, no molestes más. ¡Ya no me gustas!. Esas son las salidas cotidianas de las mujeres jóvenes cuando exteriorizan su malestar y cansancio luego de completar décadas viviendo con su marido, así estos naden en oro y se derritan en atenciones y cortejos. Yo solo quería que me ungieras como la Primera Dama de los Estados Unidos para vivir en carne propia el sueño de la Cenicienta americana en plena Casa Blanca. Ya esto se cumplió Donald, apártate de mí Donald. Tal vez se repite en un eterno soliloquio la esquiva y dulce  rumana.

“Nunca vayas a cometer la bestialidad de casarte con mujer joven, hijo, porque te manda pronto al cementerio o te tira antes de tiempo a un centro geriátrico’, me confidenció mi padre Nicolás Nagles, meses antes de emprender su viaje a Paradise Village atendiendo el último llamado del Altísimo.

Mi viejo que alcanzó a frisar los 96  años murió hecho todo un sabio. Para mí fue un profeta de la palabra. Tan agudo, clarividente y tan certero fue mi papá Nicolás en sus postreros días que al promediar el pasado mes de julio de este pandémico 2020, Ana Divina, mi segunda esposa, sin motivos ni discusiones aparentes tomó la decisión una calurosa mañana de recoger sus bártulos y marcharse a casa de una amiga española que parece sabe hacer muy buenas tortillas al desayuno escogiéndola como su nueva pareja de vida,  renunciando así,  irrevocablemente al mandato epistolar del apóstol  Pablo que asusta a todo el mundo con la sepulcral frase “ hasta que la muerte los separe”.

Volviendo al tema político de USA, durante los cuatro días que duró esta semana la transmisión online de la Convención Nacional del Partido Demócrata, ni Michael ni el expresidente Obama dijeron cosa importante alguna, mucho menos Hillary y su marido Bill, quienes  pasaron al atril sin pena ni gloria.

Por su parte, ni Joe ni Jill Biden convencieron a la gran audiencia americana. Solo se limitaron  a darse besitos y declarar públicamente que se amaban. El único que habló duro y bien atinado fue el exalcalde de Nueva York, el multimillonario Blomberg pero la prensa no dijo nada porque éste era apenas un simple orador invitado. No fungía esta vez de candidato ni era el contendor de turno del magnate Trump. La tele maratónica transmisión de TV de la nominación presidencial del partido Demócrata terminó con la tradicional quema de pólvora similar a la del San Pedro en El Espinal. Vistas así las cosas Trump parece atornillarse a la silla presidencial en la oficina Oval.

Frente a la débil imagen del otoñal Biden, Trump se muestra estos días erguido y desafiante. Su reelección la obtendrá en pocos días tan pronto firme la nueva carta y acompañe la  misiva con el nuevo cheque por valor de 1.200 dólares que enviará a cada casa de todo ciudadano americano, residente extranjero, inmigrante y no inmigrante,  notificándole el cumplimiento del segundo alivio  económico originado por el Coronavirus.

HERMÓGENES NAGLES

Comentarios