Un colombiano en Miami

Hermógenes Nagles

Se fue Trump, llega Biden

Pese a que corren rápido los primeros días de diciembre y ya se aproxima la navidad, esta época de Christmas luce apagada como si se estuviese de duelo nacional.
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La semana anterior se prendieron de nuevo las alarmas por causa del rebrote o segunda oleada del Covid 19. Después de la cena del día de Acción de Gracias, el Centro de Control de Enfermedades reportó un número de diez mil muertes en los Estados Unidos ocurridas en tan solo cuatro días. De verdad es aterrador pensar que un virus de características brutales se lleve en escasa una semana miles de vidas humanas. No hay pánico en los Estados Unidos, pero cunde la preocupación: los grandes moles con sus tiendas de marca lucen vacías a toda hora. No llegan clientes así todo se esté ofreciendo al 2 X 1 (pague uno y lleve el segundo articulo gratis). Nadie se asoma a los moles ni a buscar pantis, ni jeans, ni juguetería por miedo del Coronavirus. Lo que nunca había ocurrido en este país consumista, los clientes desaparecieron como por arte de magia en estos días prenavideños.

Pareciera que hubo más compradores en el viernes negro de Bogotá o Medellín que en el Black Friday de Miami o Nueva York. No hay toques de queda en las ciudades americanas, pero todos ya nos acostumbramos a los drásticos mandatorios y seguimos de confinamiento.

En general se evidencia que los gobiernos locales y las autoridades sanitarias perdieron la batalla contra el Coronavirus. Trump también desapareció de la escena nacional, de las pantallas de la tele. Melania pareciera que ya no habita los contornos palaciegos de la Casa Blanca. La última vez que la grabaron las cámaras estaba armando un simbólico árbol de navidad. Ya no camina al lado de su presuntuoso marido. Este trasladó sus quehaceres al campo de golf, allí juega mañana y tarde y cuando se acuerda que todavía es el presidente de los Estados Unidos firma un decreto para destituir a uno de sus subalternos que ve mal parqueado, sobre todo si comprueba que está en plan de colaborar en alguna gestión de apoyo al acto de empalme o de posesión del nuevo gobierno de Biden. La servidumbre ejecutiva de la Casa Blanca está dividida hoy por la mitad: unos quieren que se vaya cuanto antes el belicoso Rey Midas de Trump y otros lloran su partida. Se niegan, como su jefe, a desocupar sus escritorios. Se sabe, sin embargo, que la mayoría del staff ya presentó su carta de renuncia protocolaria. Ante el recrudecimiento de la Pandemia, a Joe Biden le tocó ejercer la presidencia dos meses antes de juramentar su cargo. El estado de las finanzas de la nación está hecho ruinas acaba de declarar la virtual nueva Secretaria del Tesoro, Janet Yenen. Tajantemente ha dicho que la nación americana vive una tragedia sanitaria y económica en extremo grave por efecto del Covid 19 que exige actuar con urgencia porque “la inacción podría causar aún más devastación de la que ha causado el gobierno Trump”. Biden y la vacuna de Pfizer constituyen las nuevas expectativas de vida para el 2021. El nuevo presidente habla en tono paternal. Cuando se dirige a los periodistas siempre invoca primero el valor de la familia, de los buenos principios morales, del trabajo mancomunado, de la reconciliación nacional, del cuidado extremo en estos días de Pandemia. Nunca se quita su tapaboca. No hace alarde de nada. Tampoco promete el cielo. No dice fanfarronadas. Habla lo estrictamente necesario. Es un cambio de tono, de estilo. Es una esperanza, un alivio ante la hecatombe.

La aplicación de la primera dosis de la vacuna anti covid 19 ya comenzó a dividir también a la opinión nacional. Los médicos, las enfermeras y los cuidadores de centros de ancianos piden que se les suministre con prioridad. El gran grueso de la comunidad, la mitad más uno de los seguidores de Trump no quiere saber nada de la vacuna. No creen en el poder letal del coronavirus. Le han dado un no rotundo. Son los efectos aún vivitos y coleando de la polarización política, mientras tanto los pastores de las y cristianas convocan a sus miembros a orar día y noche reviviendo la moderna usanza del autocine para pedir al Dios Todopoderoso que esta Pandemia no nos mate a todos.

Hermógenes Nagles

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