Un colombiano en Miami

Hermógenes Nagles

Hablando para el programa Conclusiones de CNN, el presidente Duque fue muy claro y preciso sobre los costos que le representa a Colombia compartir su vida, pobreza y necesidades básicas insatisfechas con nuestros hermanos venezolanos desde cuando el bandido de Maduro y sus 40 ladrones decidió dedicarse a robar el escaso tesoro nacional dejando que la casa se les cayera encima y privando a su población de salud, educación, trabajo y libertades individuales.
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En números redondos dijo el mandatario colombiano que sostener a ese ejército desplazado, sin que Colombia sea la hermana rica de Venezuela, nos costaba la bobadita de dos mil millones de dólares al año. Y esa fortuna que debía estar siendo utilizada en subsidios reales para el agro, seguro de desempleo, servicios públicos, infraestructura educativa, de vivienda urbana y tantas otras inversiones sociales en procura de la mejora de la calidad de vida de los connacionales se cubre con el sudor del pueblo colombiano porque ni Estados Unidos, ni la Unión Europea ni ningún otro vecino de la región aporta un solo peso para contribuir a pagar los costos que demanda atender una población migrante compuesta por dos o tres millones de vecinos que llega a sobrevivir en nuestro territorio, entrando legal o ilegalmente por los pasos fronterizos de la Guajira, Norte de Santander y Arauca.

Mejor dicho, lo que el dictador Maduro se está robando de Venezuela lo estamos pagando los colombianos. O mejor aún, nosotros pagamos el costo de vida de los venezolanos, mientras el dictador bananero comete el gran robo del siglo en la llamada República Bolivariana. Y Duque caló más hondo y puso de presente otras realidades: dijo, por ejemplo, que de Venezuela nos vino en vivo y en directo el contagio del Covid 19, pues ese gobierno de papel carece de una política pública de salud y en consecuencia no ha existido una acción preventiva ni de control sanitario para hacerle frente a la pandemia. Se supone que como consecuencia del desbarajuste institucional, Venezuela está infectada sin que alguien cuantifique y certifique la dimensión de esa tragedia humana y como medio país cruza la frontera, compra sus artículos de primera necesidad en Cúcuta o Arauca, viene y trabaja en Bogotá, Cali o Medellín, y miles de bellas mujeres venecas ejercen la prostitución en pueblos y ciudades colombianas, cada más colombianos resultamos contagiados, enfermamos y morimos mientras les damos la bienvenida y socorrernos a esta inmensa e incalculable población hermana.

Recordó Duque que cuando comenzaba su gobierno reaparecieron en Colombia centenares de casos de sarampión de un momento a otro, sobre todo, en norte de Santander, Bogotá, la Costa Atlántica y Cundinamarca. Ningún médico se explicaba por qué a estas alturas de la vida niños y mujeres cayeran enfermos por un brote y una enfermedad erradicada décadas atrás gracias a la efectividad de un programa de vacunación continuado y riguroso. Se le siguieron los rastros a la epidemia y pronto se dedujo que la mayoría de los enfermos procedían de Venezuela por lo que el foco del contagio se multiplicó rápidamente en el interior de Colombia. La misma historia se repitió exactamente con el Coronavirus en este 2020. Por eso médicos y periodistas nos preguntamos cada día por qué razón nuestro país ocupa el cuarto lugar en Latinoamérica dentro del ranking de los más contagiados si este no es un paraíso de mayor ocupación turística, si hasta aquí no llegan millones de viajeros del mundo como ocurre en Miami, Sao Paulo o Ciudad de México.

Con su franqueza paisa que le caracteriza, el presidente Duque clamó desde CNN en español la ayuda internacional para poder seguir ofreciendo un mendrugo de pan, un aula de clase, una cama de hospital, un techo o un trabajo a cada hermano venezolano. Se me ocurre que esta posición de mano generosa, pero con pulso firme debe ser en adelante la posición que debe adoptar el gobierno colombiano en cuanto evento, foro o reunión multilateral asista. Así de claro se le debe hablar al bandido de Maduro y a la comunidad internacional que lo condena, pero no hace un mínimo gesto para sacarlo del poder. Ese debe ser también el reto de cada colombiano que resida en el exterior: pedir la cooperación internacional para pagar los costos que ha traído para los colombianos la revolución Bolivariana inventada por Chávez y por Maduro para robarse el petróleo y los pocos activos de la población hermana de Venezuela.

HERMOGENES NAGLES

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