Acueducto sanciona al que ahorra agua

José Gregorio Hernández

Definitivamente, aquello de lo cual se quejaba el expresidente Alfonso López Michelsen -la guerra de la administración contra el Gobierno- no se ha corregido. Sirva un ejemplo para ilustrarlo: mientras el Presidente de la República y los ministros invitan a los colombianos, con toda razón, a disminuir el consumo de agua y de energía, los burócratas de la Empresa de Acueducto de Bogotá -entidad que debería dar ejemplo en tal sentido- sancionan a quienes ahorran el preciado líquido, con base en una absurda presunción que resulta inconstitucional.

Lo que voy a narrar, que es perfectamente increíble -especialmente en este momento de crisis por el Fenómeno de ‘El Niño’- y que debe estar pasando en muchos lugares, debe ser conocido y evaluado por el señor Alcalde Mayor de Bogotá y por la Gerencia de la Empresa de Acueducto de Bogotá. Y también por el Superintendente de Servicios Públicos.

Un profesional, propietario de una oficina en Bogotá, desde hace tres años la tiene cerrada la mayor parte del tiempo, porque ha aceptado dirigir una institución educativa y pasa los días en las instalaciones del establecimiento que orienta. Por tanto, en su oficina, a la cual sólo acude algunos días y durante pocas horas, se consume muy poca agua y en general se hace muy poco uso de los servicios públicos domiciliarios. La Empresa de Acueducto envía un empleado suyo para que visite dicha oficina, porque a sus acuciosos servidores les llama la atención el bajo consumo, comparado con otras oficinas del mismo piso. Al visitador se le explica que la oficina prácticamente no consume porque no funciona ordinariamente. Porque nadie va y permanece vacía, muchas veces durante semanas.

Entonces el inteligente visitador sentencia: “Se le aplicará una presunción. Se presume el mayor consumo”. Y, en efecto, sin fórmula de juicio y violando el principio constitucional de la buena fe, el siguiente recibo del Acueducto llega por una cifra cercana al medio millón de pesos, aunque el consumo es bajísimo.

Ello quiere decir, en buen romance, que a ese usuario lo castigan por ahorrar agua, en momentos en que el Gobierno colombiano y el de Bogotá adelantan una campaña pública para que se ahorre agua y energía, por las precarias condiciones del país en la materia, dada la coyuntura. Pero a ese profesional lo castigan por no consumir, presumiendo lo contrario de lo que cabría presumir, cuando se ha anunciado que lo que se castigará será el consumo desmedido y abusivo del agua. Entonces, nuestro profesional ha resuelto que, cuando no vaya a su oficina, dejará las llaves abiertas y las luces prendidas para que los funcionarios del Acueducto y la Energía estén satisfechos, y le cobren menos. ¿Se había visto semejante incoherencia de las autoridades públicas, y semejante atropello contra el ciudadano? Es la estulticia, la ignorancia y la falta de criterio propias del burócrata, señores directivos del Acueducto bogotano. Tomen nota y sean más coherentes.

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