Preguntas

Rudolf Hommes

El crecimiento de la economía en 2015 fue 3.1% anual. Aunque mediocre, es probablemente uno de los mejores desempeños en la región y difícilmente una explicación válida para el pesimismo que predomina. Este parece ser inmune a cualquier interpretación o hecho emergente positivo. Una sorprendente multitud de colombianos no solamente rehusa creer que hay salida, sino que también se niega a hacer algo a favor de resolver los problemas y conjurar el peligro. Por ejemplo, antes de la salida de Tomás González, su antecesor Amílcar Acosta hizo un excelente análisis de la crisis en el noticiero CMI y propuso varias fórmulas para aliviar la situación del sector eléctrico con el ahorro de energía y de luz solar. Yamit preguntó al final de la entrevista si los televidentes están dispuestos a ahorrar energía y el 50% de los que respondieron dijo que no. Eso mismo están diciendo con sus luces encendidas los que las dejan prendidas toda la noche.

La subida de los precios del petróleo de USD $27 a $40 por barril me indujo a comentar en una reunión que esto podría aliviar en alguna medida la situación fiscal y llovieron las recriminaciones y explicaciones alternativas por las cuales se aducía que esa subida no le conviene al país.

Después de leer una entrevista que le hicieron a Carlos Gustavo Cano, miembro de la junta del Banco de la República, en la cual él decía que a pesar de que el Gobierno ha sufrido una caída de sus ingresos y ha tenido que reducir el gasto, no tiene opción distinta a subir tasas de interés, me preguntaba si necesariamente es esta una consecuencia lógica de la caída de los precios del petróleo, No sé si ahora que se recupera el precio del petróleo, Carlos Gustavo va a insistir en que la subida del petróleo hace necesaria la elevación de la tasa de interés.

El Banco de la República no es el único banco central del continente que está despistado y juega con la posibilidad de poner a un lado su política de utilizar solamente la tasa de interés para controlar la inflación (“inflation targetting”), para tratar de manejar la tasa de cambio. En el último número, la revista The Economist sostiene que la inflación está poniendo a prueba a los bancos centrales de América Latina que a pesar de ser conscientes de que el crecimiento de la economía se ha desacelerado, como ha sucedido en Colombia, o se ha deprimido, como en Brasil, están subiendo desde hace unos meses las tasas de interés. La revista hace la reflexión de que la mayor inflación se debe principalmente a la devaluación de las monedas y que a diferencia del pasado, el impacto de la devaluación sobre la inflación es limitado (alrededor de 10%).

En Colombia esa observación está lejos de ser un consuelo pues la devaluación ha sido tan acelerada que ese efecto de 10% hace que la inflación se duplique. Al parecer, después de un largo período de confort y de calma atribuible a la política de “inflation targetting” que fue adoptada cuando por fin aprendimos “la lección” de los años 80, la devaluación obliga ahora a los bancos centrales a aprender una nueva lección que todavía no se ha asimilado y no garantiza un resultado equiparable al anterior.

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