¿Estado fallido?

Rudolf Hommes

Francisco de Roux sostiene que el principal problema de Colombia, terminada la guerra, es ser el mayor productor de coca para el narcotráfico del mundo y propone que sea emprendido de inmediato un “Plan Marshal” en las regiones en las que predomina el cultivo de coca, para desarrollar integralmente los territorios, lo que tendría un efecto transformador de la economía rural y del país (El Tiempo, 27 de octubre de 2017).

Su análisis coincide con el de otras entidades especialistas que manifiestan que no es coherente tratar al mismo tiempo de erradicar y de sustituir cultivos ilícitos a la carrera para cubrir metas de erradicación excesivamente ambiciosas. Entidades como la Fundación Ideas para la Paz dicen que la agenda antinarcóticos entra en conflicto con la oportunidad de llevar a cabo un programa de desarrollo integral de los territorios afectados.

También sostienen que el Gobierno puede quedarse muy corto en la implementación de su plan de erradicación y sustitución creando un serio problema de credibilidad y frustración de expectativas de los campesinos.

Un documento preparado por Ideas para la Paz (FIP) para funcionarios de Estados Unidos cubre estos aspectos del problema y destaca que los recursos destinados para el programa de sustitución voluntaria no alcanzan sino para sustituir 10 mil hectáreas.

A de Roux le preocupa el problema humano, la desatención a las familias que se han inscrito para colaborar con el programa de sustitución, y que la tecnocracia económica oficial no le pone atención al ser humano, al sufrimiento de las comunidades, o al peligro que corren. Se espera que en el segundo informe que prepara la FIP sobre el avance de la sustitución de cultivos ilícitos, próximo a aparecer, sean sustentadas las conclusiones y recomendaciones del documento preparado para las autoridades norteamericanas. Este propone ir más despacio en erradicación, dar mayor prioridad a la protección de las comunidades que a la erradicación, para que no vuelva a ocurrir lo que sucedió en Tumaco, tomar ventaja del acuerdo de paz para establecer firmemente el control del Estado en el territorio, y avanzar más rápidamente en la reforma rural para repartir tierra y que los campesinos no tengan que absorber los costos de la sustitución.

Se ha firmado la paz, se entregaron las armas, se sometieron las Farc, y el problema de control regional subsiste, siguen los asesinatos de líderes comunales, y se está agravando a tal punto la situación que miembros de la cúpula de las Farc pueden estar percibiendo un mejor futuro como desertores que como reinsertados. Con la firma del acuerdo de paz se cambió la percepción de que en Colombia el Estado es fallido, pero la situación descrita por estos expertos que pinta un estado desfinanciado, descoordinado y poco coherente, va a hacerla revivir. Todo lo anterior es suficientemente grave para ameritar una reflexión profunda, un cambio de políticas o, por lo menos, de prioridades, y para construir un estado que pueda cumplir. Un nuevo presidente obsesionado con esto último, un plan sólido y ampliamente financiado, y un equipo humano estelar obstinado en su ejecución y capaz de llevarla a cabo son los elementos que se necesitan.

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