Hablemos de soberanía alimentaria

Hugo Rincón González

Nuestra sociedad como expresaba un escritor latinoamericano se mueve entre dos extremos, por un lado, los que se mueren de hambre y por el otro los que fallecen por indigestión.
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Hay una población cercana a los 900 millones de personas que viven sofocadas por la hambruna, -cifra que podría crecer de una manera alarmante como consecuencia de la pandemia-, y una otra parecida de gente que sufre de obesidad por sus malos hábitos alimenticios.

A la par de imágenes delirantes de personas saqueando camiones con alimentos y supermercados en algunas regiones sin que la fuerza pública pueda hacer algo para impedirlo, también se ven escenas lamentables de desperdicio de comida que fácilmente podrían garantizar una alimentación adecuada y suficiente para los que sufren de hambre.

No obstante estos contrastes, lo que es incuestionable es el enorme riesgo que existe de una hambruna. La ONU en los últimos años viene promoviendo insistentemente la imperativa necesidad de producir alimentos para garantizar el acceso a ellos de toda la humanidad. Orienta que éstos deben ser relacionados con la producción agrícola y de peces, ya sea con la piscicultura o con la explotación de este sector en los océanos. Aquí la consigna debe ser: alimentos para todos y no que estos se produzcan y lleguen a unos pocos.

Este contexto nos pone de presente la importancia de reivindicar la soberanía alimentaria, un concepto que a algunos neoliberales no les gusta pero que es necesario reivindicar. Surgido en 1996 de una organización social (Vía Campesina), fue presentado en la Cumbre Mundial de la Alimentación en la ciudad de Roma.

¿Pero por qué no gusta a ciertos sectores el concepto? ¿Por qué dicen que es un concepto ideológico y que es poesía? Las respuestas están en los pilares en los que se centra, aquí algunos de ellos: 1) Se centra en los alimentos para los pueblos. Enfatiza en que la comida es algo más que una mercancía y pone la necesidad de la alimentación de las personas en el centro de las políticas. 2) Pone el valor en los proveedores de alimentos, apoya los modos sostenibles y defiende el trabajo de los campesinos. 3) Sitúa el control en manos de proveedores locales de alimentos y rechaza la privatización de los recursos naturales.

Además, se rechaza el dumping, la dependencia de corporaciones y transnacionales que controlan los agroinsumos. Los promotores de la soberanía alimentaria reclaman la reforma agraria, defienden la biodiversidad, la autonomía y la cooperación y el fortalecimiento de los mercados locales.

En la década anterior fue importante una campaña promovida por un grupo de ONG´s ambientalistas denominada SALSA por la soberanía y la seguridad alimentaria. Se desarrolló en todo el país impulsando el derecho humano fundamental a una alimentación sana. Llamó la atención sobre la cantidad de alimentos que el país importaba y que podríamos producir como la arveja, garbanzos, lenteja, cebada, trigo, soya y sorgo. En su desarrollo se rescataba el saber de la comunidad campesina y la necesidad de ejercer control sobre el agua y el territorio.

La soberanía alimentaria es una necesidad en el país y nuestra región en estos tiempos, por ello conviene que promovamos nuevamente una campaña como la referida que impulse la economía campesina y su agricultura familiar haciendo que nuestra gente del campo emprenda procesos de reconversión productiva, sembrando hortalizas y cultivos de pancoger para la alimentación de ellos mismos y los mercados locales. Se fortalezcan los mercados campesinos que permitan que los productos lleguen de la finca a la mesa y se robustezcan las organizaciones de productores.

Estas iniciativas deberían tenerse en cuenta por los entes territoriales ahora que se han aprobado sus planes de desarrollo. En el campo está la opción de generar el alimento que requiere nuestra sociedad local y regional, para que cuando lleguen los productos a las plazas de mercado y centros de acopio podamos decir lo que expresó un campesino viendo tanta abundancia de comida: “…carajo, en este país no debería existir el hambre”.

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

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