Indígenas y reparación colectiva

Hugo Rincón González

“Imagínese todo lo que podríamos hacer si tuviéramos tierra”, me decía el gobernador indígena de la comunidad Ico Valle de Anape del municipio de Ataco -Tolima.
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“En menos de seis hectáreas nos hemos ubicado más de cuarenta familias y aquí hemos desarrollado proyectos de piscicultura, gallinas ponedoras y huertas de pancoger para asegurar nuestro sustento”. Mientras caminábamos por el predio, me contaba lo orgulloso que se sentía de ser un pijao luchador, organizado y especialmente creyente en la fortaleza de su cultura y autonomía.

Este recorrido y conversación se dieron en su cabildo momentos antes de iniciar una importante reunión de nueve comunidades indígenas que luchan porque se haga realidad un proceso de reparación colectiva. La cita era con la Unidad Administrativa de Reparación Integral a las Víctimas -Uariv-. Estaban presentes además, Codhes y Tolipaz quienes acompañan este ejercicio, buscando la materialización de las medidas reclamadas por las comunidades.

El encuentro sirvió para recordar el proceso iniciado desde 2017. La afectación generada por el conflicto armado en todos los componentes: políticos, materiales y simbólicos. La dinámica desarrollada permitió la participación de los delegados de cada comunidad. Se sumergían en recuerdos del pasado pero también en los sueños para el futuro. La guerra deja huellas pero lo importante es la actitud de pensar en la posibilidad de una construcción social para consolidar la convivencia y la paz en el sector rural del municipio.

El reclamo más escuchado y la más vehemente solicitud está alrededor de la tierra. Son comunidades que no la poseen. Han identificado predios y esperan una respuesta de la Agencia Nacional de Tierras -ANT- para el avance en su compra. Es una medida de reparación material fundamental para garantizarles a los indígenas una base para el desarrollo de proyectos productivos que mejoren su condición de vida.

La tierra ha estado al centro de la conflictividad social y armada en el país. Es una causa profunda que hunde sus raíces en la historia de despojo desde el tiempo de la conquista. Debemos recordar la lucha indígena por su recuperación en la década de los ochenta del siglo anterior. Propició las condiciones para el surgimiento y consolidación del movimiento indígena en el Tolima. Primero se constituyó el Consejo Regional Indígena del Tolima -Crit- y luego fueron emergiendo otras organizaciones que agrupan a los pijao y los nasa. Durante todo este tiempo han logrado acceder a sus tierras a través de la lucha y varias comunidades que la poseen constituyeron resguardos con sus propias autoridades tradicionales.

El proceso de reparación colectiva para las comunidades indígenas es la oportunidad para que reconozcan los daños que los han afectado y puedan avanzar desde los componentes referidos a través de medidas de restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición.

Ya se ha avanzado en la formulación del Plan Integral de Reparación Colectiva -Pirc-, ahora hay que avanzar en su protocolización para que en los próximos tres años dicho instrumento se ejecute y se logren las medidas concertadas en este encuentro. Hay expectativas y esperanzas de lograr lo acordado, de convertir este proceso en algo emblemático en el departamento y en el concierto nacional. Eso quedó claro desde las voces de los participantes y se espera que la institucionalidad no sea inferior al desafío.

Mientras almorzaba con una mojarra cultivada por ellos mismos, sentenció el mismo gobernador: “Poca comida producimos ahora que estamos sin tierra, cuando la consigamos verá usted compañero, podríamos alimentar no solamente a nuestras familias, sino a todo el pueblo atacuno y comercializar el resto con otras regiones. Esa es nuestra ilusión en este proceso”.

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

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