El fantasma del olvido

Hugo Rincón González

Llegué a media mañana y la encontré en la sala del hogar donde ahora vive. Me acerqué y me senté enfrente mirándola con una sonrisa como saludo. Me miró con extrañeza como si el recién llegado fuera alguien desconocido. Yo confiaba en que en algún recodo de su memoria quedara algún recuerdo de quien estaba ahora acompañándola, visitándola. No es fácil verla ausente cuando ha sido tan amorosamente cercana y cuando hay tanta historia común compartida.
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Desde hace poco tiempo vive acompañada de otras personas todas ancianas que tienen ese común denominador. Ella que siempre fue vital, enérgica y sin ser estudiada era sabia en muchas materias, ahora está reducida a un estado de desmemoria aterradora. ¿Cuándo comenzó este proceso? Es difícil precisarlo. Es un estado que lenta e imperceptiblemente empieza a asomarse, que muestra sus orejas en los pequeños olvidos de las cosas cotidianas, como cuando haciendo una actividad se confunde la persona en la acción siguiente por más que se esfuerce en recordarla.

Seguramente como lo han descrito varios autores y novelistas, estos primeros signos causan una enorme angustia. Va la persona a un sitio, se encuentra con conocidos y por más que lo intente no se acuerda de los nombres. Estando en un centro comercial busca un cajero automático a retirar un dinero y de repente no se es capaz de digitar la clave de la cuenta. Se olvidan las tareas pendientes, las fechas importantes y hasta los nombres de las personas amigas cercanas. El horror…

Así es este mal a quien algunos llaman el fantasma, el fantasma del olvido. Opera en la memoria de la misma forma que la bruma en un paisaje. Cuando los recuerdos están frescos, están ahí, como una montaña donde se puede percibir cada detalle. Luego, la bruma se vuelve densa y empieza a cubrir lo que antes se veía con toda claridad. Por más que nos esforcemos veremos si acaso alguna colina borrosa y sin la precisión y nitidez de antes. Así se comportan los recuerdos en la memoria de quien sufre esta enfermedad, por algo lo refieren como una pequeña muerte.

El fantasma del olvido es lo que los médicos y ahora nosotros conocemos como el alzhéimer (el pavoroso alemán con el que algunos bromean). Según ahora sabemos es una enfermedad de la memoria que se instala en las personas ancianas y controla su vida. No logran recordar su pasado y su presente. El enfermo está ahí, al frente, es alguien carnal y no se acuerda de quien es uno. El mal se instala, se vuelve dominante, atrapa a su víctima y la empieza a arrastrar, a conducir a un mundo de absoluta neblina. Doloroso.

Para algunos el fantasma del olvido se presenta a las personas que tienen un pasado que no quieren recordar, mientras para otros es la enfermedad del amor, en la medida en que convoca a ese sentimiento en las personas del ámbito más cercano que quieren darles a los enfermos de ese mal, un abrazo afectuoso e imperecedero.
Ahora que la tengo enfrente, la percibo ausente la mayor parte del tiempo, pero luego en un destello de lucidez, me agarra la mano, la besa, la pone en su frente y me mira con ese amor infinito, el amor de una madre que naufraga y se hunde en el olvido, pero quiere aferrarse a mí como ese salvavidas último para no sucumbir al horror de la desmemoria permanente. Aquí estoy madre ahora y hasta el final, honrándote y acompañándote para que sientas mi presencia y mi amor de hijo. Dios te bendiga siempre.

HUGO RINCÓN

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