El dengue, enfermedad social (II)

En columna anterior veíamos como cambios demográficos y sociales han influido en la presencia cada vez más frecuente de epidemias de dengue y se analizaba como la pobreza y la desigualdad, con los bajos niveles de educación, contribuye a la epidemia de dengue.

En columna anterior veíamos como cambios demográficos y sociales han influido en la presencia cada vez más frecuente de epidemias de dengue y se analizaba como la pobreza y la desigualdad, con los bajos niveles de educación, contribuye a la epidemia de dengue. Un nuevo factor, los cambios sucedidos en los sistemas de salud en los cuales se ha privatizado la salud y casi desapareció la prevención en los últimos treinta años, contribuye en gran medida a la gravedad de las epidemias. Colombia es la mejor demostración de este factor analizado por el Dr. Duane J. Gubler, experto internacional en muchos países; la Ley 100 desmanteló las secretarías  de salud departamentales y municipales orientando los recursos de la salud como un todo, a instituciones privadas de atención médica. La falta de recursos públicos para la prevención ha llevado a una escasez crítica de especialistas calificados que entiendan y puedan desarrollar eficaces medidas de prevención y programas de control de enfermedades transmitidas por vectores. Coincidente con esto ha sido un cambio en la política de salud pública que puso énfasis en la respuesta de emergencia a las epidemias mediante el uso de métodos de control de mosquitos con fumigación, en lugar de en la prevención de las epidemias mediante el uso de la reducción de la fuente de larvas del mosquito Aedes a través de la higiene ambiental y el control de criaderos en recipientes abandonados, siendo estas acciones el único método que ha demostrado ser eficaz. 

Es en el área de la higiene ambiental en donde el dengue se convierte en una enfermedad social y en muchas ocasiones de la pobreza. El mapa del dengue se sobrepone al de la pobreza. Un debate internacional reciente sobre las epidemias de dengue identificaba cuatro aspectos fundamentales en relación a las comunidades que por bajo nivel educativo y marginalidad no son consientes de los riesgos: la población no valora el riesgo de enfermar de dengue y le restan importancia a las medidas para eliminar los criaderos; no han modificado los hábitos, costumbres y actitudes asociados a las prácticas de prevención y eliminación de los criaderos del Aedes Aegipty; no tienen conciencia de la magnitud del problema; no tienen sentido de pertenencia. 

Las comunidades tienen necesidad de conocer la cadena de trasmisión del dengue. Sin este conocimiento es imposible que valoren la gravedad de contraer un dengue clásico o hemorrágico; si no se les explica qué es cada uno de ellos y como se manifiesta es imposible que tomen conciencia de la gravedad y los riesgos. El dengue se banaliza. Es común en nuestro medio que una persona que presenta un dolor de cabeza, o un estado gripal, un simple cansancio diga que tiene un “dengue”.  Al haberse suprimido la educación para la salud como función elemental de gobierno, cualquier dolencia es un “dengue”. ¿Sabe esa persona, cuando realmente contraiga la enfermedad del dengue, que puede estar a las puertas de la muerte? 

En una próxima columna se analizara qué es y cómo se trasmite el dengue como enfermedad potencialmente grave.    

Credito
PABLO ISAZA

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