El uso de sustancias ilícitas en los colegios

Pablo Isaza Nieto

La muerte trágica de un estudiante de 14 años en un colegio de Bogotá por consumir sustancias tóxicas en una preparación supuestamente para tener sensaciones producidas por otras ilícitas como el LSD, el crack o cualquier otro tipo de psicoestimulantes, es apenas la punta del iceberg de un problema social y de salud de dimensiones mayúsculas, por no decir aterradoras. La adicción temprana de un niño de 12, 14 o 16 años o de mayor o menor edad es una tragedia individual, familiar y social. El consumo de marihuana, LSD, anfetaminas, sedantes, tranquilizantes, estimulantes, drogas sintéticas u otras drogas peligrosas o sustancias controladas (según lo definido por la ley) es un grave problema.

Desde el punto de vista de la salud individual, en este caso del adolescente, su inicio en las drogas ilícitas lo conducen a asumir riesgos para la salud que incluyen, pero no se limitan a modificaciones adversas de uno o varios sistemas del cuerpo, como el nervioso, cardiovascular, respiratorio, muscular, endocrino y el sistema nervioso central; a reacciones tóxicas, como el caso de los estudiantes de Bogotá; a manifestaciones alérgicas, u otra reacción grave; a alteraciones del estado de ánimo por la adicción; a dependencia fisiológica y psicológica, que se manifiesta en una preocupación por adquirir y utilizar uno o más fármacos, que causan graves lesiones físicas y emocionales.

Colombia es en América Latina uno de los países en el que niños y adolescentes, por cuestión cultural, se inician temprano en el alcohol. Su consumo causa un número de marcados cambios en el comportamiento. Dosis bajas, incluso, deterioran significativamente el juicio y la coordinación. De moderadas a altas dosis de alcohol causan marcado deterioro en las funciones mentales superiores, alterando gravemente la capacidad de una persona para aprender y recordar información.

Las encuestas de consumo de sustancias ilícitas por escolares van en aumento según las encuestas elaboradas en Colombia en 2008 y 2011 en proporciones alarmantes. Entre uno y otro año se puede encontrar diferencias tales como que en 2008 los adolescentes en un cuatro por ciento habían consumido marihuana; ya para 2011 era de ocho por ciento.

Por otra parte, estudios han demostrado que los adolescentes no son conscientes de los riegos de las sustancias ilícitas o licitas para la salud. Un estudio llevado a cabo en Lima (Perú) arrojó datos alarmantes: el 53 por ciento de los adolescentes objeto de estudio se mostró favorable al consumo de drogas y un 52 por ciento dijo que no había riesgo en consumirlas.

Las redes sociales y los medios masivos de comunicación impactan al adolescente en su etapa de desarrollo, la más vulnerable del ciclo de vida en lo biológico, lo cognitivo, lo emocional y lo social. Es fácil ahora encontrar la forma de mezclar sustancias legales para utilizarlas como alucinógenos. El adolescente de Bogota murió por causa de un componente de un extinguidor.

¿Qué se puede hacer al respecto? Mucho. Pero es necesario hacerlo ya. Lo veremos en otra columna.

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