El uso de sustancias ilícitas en los colegios (II)

Pablo Isaza Nieto

La familia es el nicho natural donde el niño y el adolescente se desarrolla. Todos los estudios muestran como familias disfuncionales, desinteresadas por los jóvenes, son el caldo de cultivo para convertir al adolescente en un adicto a las drogas.

En muchos hogares los padres tienden a subestimar la exposición de su hijo a drogas ilegales cuando la realidad es que casi una tercera parte de los adolescentes interrogados informan que han usado drogas ilícitas en algún momento de sus vidas. Más de un cuarto de estudiantes de secundaria reportan que les han sido ofrecidas, dadas o vendidas.

El primer anillo de seguridad es la familia. Los padres tienen la obligación de hablar con sus hijos sobre el peligro y riesgos de las sustancias ilícitas. Mantener con ellos conversaciones francas sobre los riesgos para la salud es básico, así como estimularlos si se han mantenido alejados del alcohol, el tabaco y las drogas. Supervisar al niño y adolescente en sus ratos de ocio, a la salida del colegio, es fundamental; a dónde va y con quién. Pares y amigos. Quiénes son y cómo son sus familias. Si en el colegio les han o no ofrecido sustancias ilícitas. ¿Elementales estos principios? Pues bien, muchos estudios sobre drogas en adolescentes demuestran que esto no se hace. Y lo que es peor cada vez es menos la supervisión de padres con responsabilidades laborales sobre sus hijos.

El segundo anillo de seguridad es la escuela. La institución educativa que es el segundo entorno de socialización del joven; juega un papel muy importante. Autoridades y docentes deben estar capacitados para interactuar con los adolescentes sobre el problema de las sustancias ilícitas. Deben saber los cambios que se suceden en el adolescente, su vulnerabilidad, los factores de riesgo y las medidas preventivas.

El tercer anillo de seguridad es el medio social y cultural. La influencia realidades sociales y de los medios de comunicación son fundamentales. De no cuidarse este anillo por parte del Estado, este anillo es débil y no constituye ninguna protección.

Esta columna es ajena a las cuestiones políticas pero es necesario preguntarse: ¿las actuales campañas políticas han estudiado este terrible problema social? ¿Un candidato o sus asesores se han desplazado a colegios y escuelas a debatir las amenazas del consumo? ¿Saben que existen programas como Rumbos o Familias Fuertes, Amor y Límites, que fortalecen las familias y alejan a los adolescentes del consumo de sustancias ilícitas? ¿Saben que estos programas se han aplicado ya en Colombia y en todos los países de Latinoamérica con maravillosos resultados? ¿Saben que se trabaja con padres e hijos en alianzas estratégicas con colegios y escuelas? Con respeto nos atrevemos a aventurar la respuesta: lo más probable es que no han debatido el problema en colegios, escuelas, asociaciones de padres de familia y que tampoco conocen los programas. Con mayor el respeto aún, háganlo antes de que Ibagué y el Tolima se vean agobiada por cientos de niños adictos.

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