Mártires del cristianismo

Pablo Isaza Nieto

En sus inicios, el cristianismo, bajo el emperador romano Constantino y luego Nerón, sufrió persecución a causa de su fe. A quienes murieron perseguidos, torturados y vejados se les conoce como mártires o sea persona que muere por seguir las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Morían mediante lapidación, crucifixión o quemados en la hoguera. La palabra mártir viene del vocablo griego “martire”, que significa testimonio.

Esteban, probablemente nacido en Grecia ya que su nombre es griego y al traducirlo al arameo significa corona, fue uno de los primeros mártires como defensor de la palabra de Jesús cuando enfrentó al Sanedrín Judío acusado de blasfemia. Fue elevado a la categoría de mártir. La ira del sanedrín judío contra Esteban se había iniciado con la predicación de los apóstoles. Consideraban que la palabra de Jesús atentaba contra las tradiciones judías.

Esteban fue detenido, con violencia y llevado ante los jueces donde fue acusado por decir: “Jesús de Nazaret destruirá el templo judío y cambiara las tradiciones de Moisés”. Hizo un largo discurso cuestionando y denunciando a quienes lo estaban juzgando; esto despertó la ira de los ancianos y los escribas que ya había sido encendida desde las primeras predicas en favor de la doctrina cristiana iniciada en palabras de los apóstoles. Fue condenado a muerte, según la ley judía, por lapidación.

Esteban fue llevado fuera de la ciudad y conducido hacia un montículo al cual subiría con las manos atadas a la espalda. Quienes ejecutarían la lapidación eran los testigos y sobre ellos recayó la ejecución. Se dice que Esteban cayo de rodillas diciendo “Jesús recibe mi espíritu”. Dos testigos arrojaron las primeras piedras y luego más personas, hasta su muerte. El joven Saulo, posteriormente Pablo de Tarso, llevó el saco con las piedras para la lapidación.

La lapidación era una forma de muerte practicada por la cultura griega para castigar a las prostitutas, a los adúlteros y a los asesinos. En la ley judía para dar muerte al condenado por asesinato, blasfemia o apostasía. En manos de un jurado judío estaba la decisión de juzgar quien era apóstata o blasfemo y quién no. La Ley Mosaica especificaba que la muerte por lapidación tenía que ser el resultado de un juicio y por lo menos dos testigos debían testificar. Nadie podía ser condenado a muerte por lapidación con un solo testigo.

Un testigo debía ser el primero en lanzar la piedra y luego pasaría las piedras a otras personas para que las lanzaran. Anach y Nabot según las narraciones fueron condenados a lapidación por un jurado judío con falsos testigos.

San Lorenzo fue uno de los siete diáconos encargados de dar ayuda a los pobres y los necesitados. Cuando se desató una persecución, el Papa Sixto fue condenado a muerte.

Llevado a la ejecución, Lorenzo le siguió llorando, “¿Padre, donde vas sin tu diácono?”, dijo. “No te dejo” respondió el Papa. “En tres días tu me seguirás”. Lorenzo fue condenado a muerte quemado en una parrilla en 257 D.C.

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