Psicología de la soberbia

Pablo Isaza Nieto

En la vida en comunidad y en las sociedades no hay nada que haga más daño que la soberbia o la prepotencia. Es un problema si ésta se manifiesta en espacios y círculos reducidos como la familia, pero se suma gravedad si se manifiesta en quienes está a su cargo la dirección de empresas o de altas instituciones del estado. Infortunadamente en nuestro país las manifestaciones de soberbia y prepotencia están a la orden del día. El ciudadano que frente a la autoridad, un agente del orden, a quien el ve como un inferior y le grita “Usted no sabe quién soy yo”, presenta una manifestación de soberbia y prepotencia, grave desde el punto de civilidad y comportamiento ciudadano.

El alto directivo de una entidad estatal que ante la observación de un profesional considera que este no tiene el nivel ni la altura intelectual que el cree poseer y no solamente lo descalifica, sino que lo ridiculiza, es también una manifestación de soberbia y prepotencia, más grave aún, ya que se trata de una persona que está a cargo de los intereses y bienes públicos de la nación.

Los psicólogos distinguen entre dos clases de orgullo. El auténtico orgullo surge cuando nos sentimos bien con nosotros mismos, seguros y productivos y nos relacionamos socialmente bien con rasgos tales como ser emocionalmente estables, agradable y concienzudos. Por el contrario, el orgullo presuntuoso tiende a implicar el egoísmo y la arrogancia y se manifiesta en características socialmente indeseables desagradables y agresivas.

Según español Enrique Rojas, catedrático universitario en Madrid, la soberbia es el “concederse más méritos de los que uno tiene, excesiva idolatría, estimarse a sí mismo demasiado por encima de nuestro valor real. Suele ser origen de muchos males de la conducta y entre sus características encontramos la prepotencia, la presunción, y quizá, lo que resulta más chocante, situarse por encima de todos lo que le rodean”.

Afirma el Dr. Rojas en uno de sus artículos relacionados con el tema que la soberbia es más intelectual cuando emerge en alguien que realmente tiene una cierta superioridad en algún plano destacado de la vida. Se trata de un ser humano que se ha destacado en alguna faceta y cuando la hacen una observación o lo sacan de quicio pide y exige un reconocimiento público de sus logros. Para la psiquiatría, esto es lo que se denomina una deformación de la percepción de la realidad de uno mismo por exceso. Ante la soberbia dejamos de ver nuestros propios defectos, quedando estos diluidos en nuestra imagen de personas superiores que no son capaces de ver nada a su altura, todo les queda pequeño. En la soberbia la persona tiene una enfermedad en el modo de estimarse a sí mismo.

Quien realmente ha alcanzado altos niveles intelectuales y no presenta la enfermedad de la soberbia, vanidad y prepotencia, manifiesta su madurez en el razonamiento juicioso y la humildad. Una observación o una crítica es una oportunidad para reflexionar y debatir. El enfermo de soberbia, vanidad y prepotencia no lo puede hacer.

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