La tecnología en medicina se puede equivocar

Pablo Isaza Nieto

La segunda década del Siglo XX fue prodiga en descubrimientos médicos y en aportes de la tecnología de imágenes en el diagnóstico de enfermedades y además en estudios del funcionamiento de órganos específicos del cuerpo humano. Uno de ellos, el cerebro. La curiosidad sobre el funcionamiento de lo cognitivo (conocimiento, razonamiento, memoria, inteligencia) en el cerebro, llevó a científicos de diferentes disciplinas a crear tecnologías como la Tomografía Axial Computarizada, conocida como TAC o la Resonancia Magnética, herramientas de maravillosa utilidad para estudiar y “ver” en una pantalla, por ejemplo, las emociones o los sentimientos de placer o disgusto de una persona. Miles de estudios se han llevado a cabo, entre ellos, que zonas del cerebro se activan durante el acto sexual y su culminación.

De la Tomografía Axial Computarizada simple, se pasó a la Tomografía Axial Computarizada de Alta Resolución; de la Resonancia Magnética Primera se pasó a la Resonancia Magnética Funcional. Con esta última tecnología, hace más de dos décadas iniciaron los estudios de funcionamiento del cerebro.

En 2005 en la Universidad de Harvard, un grupo de médicos llevó a cabo un estudio sobre los cambios sucedidos en el cerebro relacionados con el enamoramiento y la pasión amorosa. El estudio se practicó con imágenes tomadas por un Resonador Magnético Funcional. Los investigadores encontraron que se activaban determinadas zonas del cerebro y que ciertos elementos fundamentales llamados neurotrasmisores y hormonas se producían en mayor o menor medida. Se estudiaron dos mil 500 cerebros de estudiantes de medicina a quienes se les mostró fotografías de parejas en poses románticas. “Encontramos las zonas del romanticismo en el cerebro”, concluyo un investigador.

En 2011 en la Universidad Stony Brooke de New York se hizo un estudio con tecnología similar, Resonancia Magnética Funcional, para saber si las parejas tras años de casados guardaban las mismas sensaciones de amor que cuando iniciaron su romance. Como resultado, se encontró que las reacciones de los neurotrasmisores podían ser las mismas después de 21 años que al inicio.

Pues bien, parece que los estudios realizados con la Resonancia Magnética Funcional y la actividad cerebral, 40 mil publicados hasta la fecha, pueden estar equivocados. En efecto, doctores Anders Eklund y Hans Knutsson del Departamento de Ingeniería Biomédica, de la Universidad de Linköping, Suecia, después de estudiar los programas informáticos (software) de los Resonadores Magnéticos Funcionales concluyeron que por deficiencias en sus diseños, las imágenes pueden arrojar errores de hasta 60%, cuando el máximo esperado debe ser inferior al 5%. Una hora de uso del Resonador Funcional para llevar a cabo investigaciones puede costar 600 dólares y examinar, por ejemplo, 500 personas es una gran cantidad de dinero. Los autores del estudio encontraron que de 241 analizados el 40 por ciento podría no ser válido.

¿Cuantos de los 40 mil estudios practicados con la mencionada técnica son o no válidos o deben ser revisados? No es posible saberlo, pero en este caso, la curiosidad del ser humano mezclada con la tecnología que posee parece haber salido muy cara.

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