Las consecuencias del desastre en la salud mental

Pablo Isaza Nieto

Según la Liga de Sociedades de la Cruz Roja (1976) se conoce por desastre una situación catastrófica en la que los hábitos de la vida diaria se ven, en muchos casos repentinamente desorganizados, hundiendo en la impotencia y el sufrimiento a la población que, como resultado, precisa de protección, alimentos, vestido, abrigo, cuidados médicos y sociales y otras necesidades de la vida.

La salud mental de la población víctima del desastre se ve gravemente afectada. Según el psiquiatra mexicano Ramón de la Fuente, quien estuvo a cargo de la atención mental de la personas durante el terremoto de México en 1985, en el cual murieron 17 mil personas, el drama colectivo se constituye en uno de los eventos más dolorosos que puede sufrir una comunidad.

El termino desastre significa un acontecimiento que causa, en gran escala, pérdida de vidas y bienes materiales. Es lo que ha sucedido recientemente en Mocoa y Manizales. El desastre altera en su funcionamiento y en su estructura al grupo humano que lo sufre poniendo en marcha mecanismos de sobrevivencia que no son los que utiliza en su vida diaria corriente.

Por lo general, según psiquiatras, entre ellos el Dr. De la Fuente, el 75 por ciento de las personas reaccionan en una forma que podría considerarse normal: sufren desconcierto, miedo y actúan en una forma más o menos automática. Entre 12 y 24 por ciento reaccionan con gran serenidad y de inmediato asumen liderazgos e inician actividades de rescate. Los restantes, 10 a 24 por ciento muestran respuestas descompensadas: pánico, llanto y gritos histéricos, confusión, angustia desbordada y algunas veces disociación (incoherencia en el actuar) y confusión mental. Inmediatamente después del impacto un número de personas se muestran hiperexcitadas y otras muestran embotamiento, inatención y perplejidad.

Pasados los días al menos un tercio de la población que ha sufrido el desastre presentan una afección llamada “desorden postraumático de estrés” caracterizado por ansiedad generalizada, agitación, temblor dificultad para concentrarse, trastornos del sueño (insomnio y pesadillas) y otros desordenes psicofisiológicos.

Es frecuente con el pasar de los días que las personas sufran de agresividad, sentimientos de culpa y cólera. Esto se refleja en descontento general con quienes tiene a su cargo las labores de atención y mitigación del sufrimiento. También que exterioricen estados de desilusión, apatía e incertidumbre ante el futuro y una tendencia a culpar a las autoridades a quienes se les atribuye, con o sin razón, falta de previsión y negligencia.

El síndrome de estrés postraumático puede persistir por semanas o meses y se hace necesario identificar a quienes los sufren para prestar una atención adecuada.

Tan importante como los apoyos de ayuda inmediata de tipo logístico y de salvación de vidas es la atención de la salud mental. Los equipos de emergencias deben estar con pleno conocimiento de los estados psicológicos de las víctimas. Bomberos, Defensa, Civil, Cruz Roja y demás instituciones deben estar plenamente capacitados y conocer los diferentes estados psicológicos de las víctimas.

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