Recetas populares en el Tolima durante el siglo XIX

Pablo Isaza Nieto

Algo de la salud y la enfermedad de nuestros abuelos y bisabuelos; ellos acudían a recetas populares para curarse, según periódicos de la época.

La caña como remedio: chupar el jugo de la caña dulce; dicho jugo es un remedio de gran valor en la tisis, disentería crónica y en varias formas de dispepsia, por las sustancias que contiene comparadas con las de la leche de mujer. La leche contiene de sustancias albuminosas 1.5 y la caña 0.24; de azúcar y goma respectivamente 11.0 y 18.47; de sustancias minerales 0.4 y 0.29; de agua 87.1 y 81.0. He aquí un remedio del que tanto tiempo hace uso nuestro pueblo sin saberlo.

Para el tifo usan los pobres, cocimiento de sauce, con éxito feliz, la siguiente receta: “un purgante, lavativas de cocimiento de sauce, y fricciones con vinagre mezclado con agua.”

El dolor de oídos se cura instantáneamente poniendo cinco gotas de cloroformo en un poco de algodón, que se coloca en el hueco de una pipa de barro nueva; después se coloca la boquilla en el oído y se sopla haciendo que el vapor penetre en él, con lo que desaparece por completo todo dolor o malestar.

Para quitar los ataques de asma y curar la tisis, colóquese el paciente junto a las calderas de un trapiche y aspire el vapor de la miel hirviendo.

Las hojas del árbol de la otoba son una utilísima medicina con la que se combate, con éxito, enfermedades agudas y crónicas, como las de la vejiga, las de las vías digestivas, dispepsias, afecciones del hígado, hemorroides y sobre todo las de la piel; su uso interno no ofrece dificultad alguna; en las diarreas rebeldes a todo tratamiento la otoba ha producido brillantes efectos.

Cura contra la lepra. El “doctor” (curandero) Aníbal Villa Navarro tenía una receta para curar la lepra: el individuo que esté atacado por la lepra, a excepción del que fuere de edad avanzada y esté en notable estado de debilidad y consiguiente se juzgue que no resiste el tratamiento, se hará morder cada tres meses por una serpiente (cascabel) o por una talla equis (trigonocéfalo), de una vara de longitud, en los pies o en las manos, hasta que recupere por completo la sensibilidad natural, la cual adquiere a la cuarta o quinta mordedura; permitirá que el envenenamiento sea total y se produzcan todas sus manifestaciones toxicas, hasta que se presenten las hemorragias capilares por la nariz, boca, oídos, vagina uretra, poros y demás vías naturales. Al llegar a este estado peligroso pero conveniente, se deja que el paciente arroje media onza más de sangre más o menos; luego se procederá sin demora a administrar “Euforbina”.

Afortunados los pacientes de la época, pues todavía no existía la Ley 100. De lo contrario, el POS no incluiría la culebra cascabel para la lepra y, con seguridad, al igual que el acetaminofén hoy, tan solo darían caña de azúcar.

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