La tercera edad en el posconflicto

Pablo Isaza Nieto

En Colombia, junto con las mujeres y los niños, el grupo más vulnerable es el de las personas mayores, máxime si estas se encuentran viviendo en el área rural. Sin seguridad social y con poco acceso a los servicios de salud su situación es precaria sino indigna. Las pensiones solo cubren a menos del 30% de la población. A esto se agrega la inequidad, mientras un parlamentario accede a pensiones que rondan los 20 millones de pesos un gran porcentaje solamente accede a uno o dos salarios mínimos.

La doctora Beatriz Gutiérrez, oficial de Salud y Migraciones de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), hace un descarnado análisis de la situación al término de la guerra. Según ella, las personas de mayor edad representan la parte de la sociedad que más ha sufrido en estos 60 años de guerra; son las mujeres y los hombres envejecidos, los campesinos, indígenas, afrocolombianos, personas con discapacidad, las víctimas del desplazamiento forzado interno.

Un millón 320 mil personas mayores de 60 años están trabajando por necesidad, la mayoría en el sector informal, generalmente como vendedores ambulantes, sin alguna protección social, expuestos a perder sus mercancías según el nuevo código de policía y ser privados de la libertad. El 9,5% de las víctimas registradas en el RUV en marzo de 2015, 701 mil 659 eran personas de 60 y más años víctimas del conflicto armado interno.

Quienes viven en centros urbanos, desplazados por el conflicto armado interno, aunque el evento ocurrió hace décadas, siguen viviendo la etapa de emergencia, es decir siguen necesitando la ayuda humanitaria para sobrevivir.

Aproximadamente un millón 620 mil personas mayores de 60 años de edad son campesinos, hombres y mujeres de origen y procedencia rural. Y sobre esto dice la Dra. Gutiérrez: “Las manos del campo colombiano están envejecidas”.

Quienes viven en la zona rural, trabajan en producción agropecuaria de subsistencia, con escasos excedentes para comercialización. Tratan de maximizar sus ganancias, de lograr mayor rendimiento de sus inversiones con mínimos estímulos económicos al pequeño productor y reducida estructura social. Históricamente, han sido considerados por los diferentes gobiernos como un problema social, de escasa relevancia para el desarrollo económico del país.

Los campesinos y campesinas de Colombia conservan su identidad, vivencia de integración y solidaridad vinculada a sus familias y vecinos para fortalecer sus posibilidades de sobrevivencia. Tienen apego ancestral a la tierra y a su religión, a sus valores. Son la posibilidad de reconciliación y reconstrucción de la sociedad en el postconflicto. Hoy están abandonados, sin presencia estatal ni protección de sus derechos.

Un número no determinado de hogares con jefatura de abuelos y abuelas, una de las consecuencias del conflicto armado interno es la muerte y migración determinada por inequidad de la población joven. Entonces, como consecuencia, tenemos hogares con jefatura de abuelos y abuelas sin ninguna protección para ellos, para los niños y niñas, los jóvenes y adolescentes y personas con discapacidad a su cargo.

Fuente: la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

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