Aplicación de la eutanasia en el siglo XIX

Pablo Isaza Nieto

La historia de la aplicación de la eutanasia en el Siglo XIX está ligada al uso de los analgésicos derivados del opio (opiáceos, morfina) para suprimir el dolor en enfermedades terminales. Durante el siglo XIX, en Gran Bretaña y América del Norte, opio y opiáceos estaban disponibles legalmente para uso recreativo y uso doméstico en el tratamiento de enfermedades menores. Los médicos podían ser, de acuerdo con su criterio científico, liberales en el uso de opiáceos en la búsqueda de la ‘eutanasia’, aún entendida en el sentido clásico de una “muerte tranquila y fácil”. Al mismo tiempo fue surgiendo una ciencia de alivio del dolor, lo que influyó en la forma de percibir la muerte desde el punto de vista científico y humanístico.

Un artículo publicado en la revista médica The Lancet por los doctores Marta Licata, Nicholi y Armocida del Departamento de Biotecnología de Ciencias de la Vida, de la Universidad Insubria de Italia, incluye dos casos de eutanasia en el Siglo XIX.

El primer caso fue contado por Giuseppe Bandi, oficial del líder italiano Giuseppe Garibaldi, quien resultó herido en la batalla de Calatafimi en 1860 (Sicilia, Italia). Bandi luego fue internado en el Convento Católico San Michelle, improvisado como hospital durante la guerra, donde se estaban recuperando otros soldados que también habían sido gravemente heridos. Entre ellos estaba un hombre joven, con una pierna rota que tenía gangrena, y otro que había sido herido de bala en su brazo derecho ahora gangrenado. Ambos soldados estaban desesperadamente enfermos, y el personal médico no tenía los recursos para tratarlos.

Bandi los describió como “dos soldados condenados a muerte, cuyo sufrimiento se adivinaba por sus gritos. Uno pedía por el amor de Dios que le quitaran el dolor y tener fuerza para suicidarse. El otro pedía a los frailes que tuvieran la misericordia de darle una pastilla para quedar dormido por siempre. ¿Qué corazón fuese tan duro que les permitiera vivir? Prolongar su vida durante unas horas más era aumentar su martirio. Ambos soldados después de la última unción recibieron una píldora de opio y durmieron en paz para nunca despertar”.

El segundo episodio de la eutanasia fue descrito por el Doctor Alex Munthe, médico sueco testigo de los sufrimientos de muchos pacientes en el Hospital Dieu de París (Francia), que había comenzado a administrar morfina para el dolor. Él relató el episodio terrible de seis campesinos rusos que fueron mordidos por los lobos y que habían contraído la rabia. Los campesinos habían sido enviados al Instituto Pasteur (París) en la segunda mitad del siglo XIX. Estaban bajo el cuidado del cirujano Paul Jules Tillaux en una sala de aislamiento. Ante el deterioro insalvable y el sufrimiento de los enfermos, el Dr. Pasteur consultó con el Dr. Tillaux, y tomó la decisión piadosa de aplicar morfina. A la mañana siguiente dicha sala estaba silenciosa. Los campesinos habían sido ayudadados a morir dignamente.

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