Los extraños caminos de la ciencia medica

Pablo Isaza Nieto

Los investigadores médicos usan células humanas cultivadas en laboratorio para conocer cómo se comportan y comprobar teorías sobre las causas y el tratamiento de enfermedades. Las líneas celulares que se necesitan son “inmortales”, al crecer indefinidamente, congeladas por décadas, divididas en diferentes lotes y compartidas entre investigadores.

En 1951, el Doctor George Gey en el Hospital Johns Hopkins en Baltimore, USA, creó la primera línea de células humanas “inmortales” con una muestra de tejido tomada de una mujer negra, joven de treinta años, con cáncer de cuello uterino. Estas células, llamadas células ‘He La’ o “células inmortales” se convirtieron rápidamente en un valor incalculable para la investigación médica si bien su donante fue un misterio durante décadas.

Las células ‘He La’ pertenecen a una línea o población de células que son tomadas de una persona y utilizadas en la investigación científica. La asignación ‘He La’ proviene de las dos primeras letras del nombre de una humilde mujer, afroamericana, de familia de agricultores de tabaco en una pequeña población, Clovis, del estado de Virginia. ¿Su nombre? Henrietta Lackcs cuya historia es apasionante por el aporte que hizo a la ciencia médica. Las líneas celulares ‘He La’ se utilizan en diferentes campos de la medicina como el estudio de determinadas enfermedades, la creación de medicamentos y vacunas entre ellas la de la polio; también desempañan un papel inestimable en la medicina de hoy en día como la clonación y estudios genéticos.

La historia de las células ‘He La’ se inicia cuando el Dr. Gey en el Hospital Johns Hopkins tomó un trozo del tumor de Henrietta Lacks sin decirle o sin pedir consentimiento, enviándolo a científicos que estaban tratando de cultivar, sin éxito durante décadas, tejidos de diferentes tipos. Sorpresivamente y sin saber porque, las células de los tejidos de Henrietta nunca murieron. Fueron las primeras células humanas inmortales que crecieron en cultivos. Para la época los tejidos o células de un paciente pertenecían al doctor que operó o al hospital en donde se realizó el procedimiento. Él o la paciente quedaba al margen de todo y eso fue lo que sucedió con Henrietta Lacks. Después de más de 50 años, actualmente hay miles de millones de células ‘He La’ en laboratorios en todo el mundo siendo utilizadas por su extraordinaria resistencia.

La vida de Henrietta Lacks siguió siendo desconocida hasta que su hija mayor, Deborah quien era un bebe cuando su madre murió, se consagro a la tarea de desentrañar el misterio de las células de su madre. Se armó de valor y logró obtener la historia clínica, a pesar de la oposición del hospital, y dar a conocer todos los detalles del origen de las células ‘He La’.

Henrietta y su familia no supieron que sus células fueron usadas y comercializadas. Hoy investigadores pueden comprar un frasco por 250 dólares. Entre tanto, la familia vive en la pobreza y la industria de células ‘He La’ es multimillonaria.

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