Cuando sean más claros los caminos y brille más la vida, que las armas

María Yolanda Jaramillo G.

Según cuenta un antiguo relato japonés, un belicoso samurái desafió en una ocasión a un maestro zen, a que explicara el concepto de “cielo e infierno”. Pero el monje respondió con desdén: “No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!”

Herido en lo más profundo de su ser, el Samurái se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó: “Podría matarte por tu impertinencia”

“Eso”, repuso el monje con calma, “es el infierno”.

Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro señalaba, con respecto a la furia que lo dominaba, el Samurái se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección.

“Y eso”, añadió el monje, “es el cielo”.

El súbito despertar del Samurái a su propia agitación ilustra la diferencia crucial que existe entre quedar atrapado en un sentimiento y tomar conciencia de que uno es arrastrado por él.

Siguiendo el relato, el Samurái se enfureció con la respuesta del maestro zen, se despertó su ira y actuó con violencia, situándose metafóricamente en el “infierno”; pero al serenarse y darle paso a la “razón”, envainó la espada y agradeció el mensaje: “metafóricamente se situó en el cielo”.

Este relato antiguo nos permite ilustrar la violencia, el rencor, la intolerancia que vivimos los colombianos con el desbordamiento emocional, que ha suscitado un alto nivel de polarización, en relación a los acuerdos con las “Farc”: unos a favor, otros en contra; para unos, el “Sí” en el “Plebiscito”, metafóricamente es “el cielo”, para otros “el infierno”. Lo más lamentable, es que ha producido violencia, en los núcleos familiar, laboral y en el círculo de amigos; espacios sagrados, en donde debe prevalecer el amor y la tolerancia… Pero si dejamos actuar a la razón con plena conciencia de uno mismo, permitiendo entender, que las armas, la violencia, las guerras han sido los generadores que a lo largo de la humanidad, se han utilizado para resolver los “desequilibrios” que el mismo Estado y la sociedad han propiciado, generando miseria e injusticia, males no manifestados, sino hubiera habido, quien asumiera las armas; como condición extrema cuando atenta contra la integridad de las mayorías.

Es un deber de todo colombiano ayudar para que estos escenarios de violencia, donde se derrama sangre de inocentes; como la fuerza militar con los hijos de los más pobres, y la guerrilla con los campesinos forzados a luchar no deben existir.

¿Hasta qué punto el conflicto provoca esta necesidad de recuperar una “nueva visión del mundo”? nuevas propuestas, sin ejercicios de nostalgia, odio, rencores, con la aceptación de todos los modelos de innovación, por no decir de todos los valores.

“Cuando en el trigo nazcan amapolas y nadie diga que la tierra sangra”

“Solo en aquella hora podrá el hombre decir que tiene Patria”.

Comentarios