A Jesucristo, hay que aceptarlo como Dios

Jhon Jaime Ramírez Feria

“Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.” (Marcos 9, 2-10).
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La transfiguración del Maestro muestra el rostro de Dios ante la humanidad. Elige a pocos para este gran momento; completa el evento con el recuerdo de Moisés y de Elías. Se unen varias realidades en un solo conjunto. El verdadero rostro de Dios renovador y liberador en contraste con la ley y los profetas que llegan a su plenitud.  Nos propone el culmen de nuestra fe, encontrarnos cara a cara con Dios. Las dos grandes autoridades de la Antigua Alianza dialogan con el Maestro de Nazareth: se unen la ley y los profetas, (cf. Éxodo 34, 29-35). Jesucristo es el único que tiene la llave para interpretar la historia de la salvación del mundo.

A Jesús hay que aceptarlo como Dios para poderlo comprender como realmente Él es. Razón suficiente tuvo el Papa Emérito Benedicto XVI al explicar que la divinidad de Jesús va unida a la cruz; solo en esa interrelación se reconoce a Jesucristo correctamente. La Transfiguración nos invita a abrir los ojos del corazón al misterio de la luz de Dios presente en toda la historia de la salvación. Ya al inicio de la creación el Todopoderoso dice: «Fiat lux», «Haya luz» (Génesis 1, 3), y la luz se separó de la oscuridad. Al igual que las demás criaturas, la luz es un signo que revela algo de Dios. (Ángelus 6 de agosto 2006). La divinidad de Jesús, no se manifiesta en un ambiente de poder, de fuerza, de dejar atrás como superando a sus contendientes. Sino que el rostro de Dios es una cara amable, tierna, amorosa, plena de luz, cambia el horizonte de cualquier vida desviada por la tentación y el materialismo presente.

La gente cambia cuando logra encontrar el sentido de Dios en sus vidas; la gente cambia porque descubre el rostro de Dios en los rostros de la gente amable, dulce, tierna, sencilla, humilde; La gente cambia porque se propone expresar el rostro divino en su propia vida; a eso le podemos llamar: la transfiguración del cristianismo.  Según la hermenéutica bíblica, si la Cruz era un impedimento para poder creer en Jesús. La transfiguración ayudará, a los discípulos a superar el trauma de la cruz.  Cuida tu salud: La Cruz es la expresión del poder y de la sabiduría de Dios. 

PADRE JAIRO YATE RAMÍREZ

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