La cultura del obstáculo

Diego Fernando Jiménez

Todas las empresas quieren acertar al 100% con sus proyecciones, y sobre todo con sus inversiones; en esto último tienen toda la razón, y, además, todo el derecho. En tal sentido, es importante tener presente que acertar es algo que no siempre se da desde el primer momento y que cuando una estrategia o decisión no funciona, por más novedosa que sea, hay que cambiarla.

Para no morir en el intento de reaccionar oportunamente, primero hay que reconocer que el principal enemigo de dicho propósito es: el orgullo. Cuando un equipo de trabajo se enfrasca en el problema, y no se toma la decisión de transformar la estrategia, está condenando a la empresa al error y al fracaso colectivo como profesionales.

Hay una delgada línea entre tener criterio a la hora de defender una postura o simplemente terquedad, porque no siempre hay que cambiar la estrategia y menos cuando se está seguro de ella.

Ahora bien, hay que tener cuidado con las interpretaciones que se pueden dar sobre este planteamiento. La terquedad viene acompañada de soberbia, expresiones cortas y pobres de argumento. Al criterio lo respalda el diálogo, la conexión de ideas lógicas, pero, sobre todo, el hallazgo de soluciones.

En un ejercicio etnográfico, como asesor externo, he podido comprender como se establece en una empresa la cultura del obstáculo como consecuencia de dos subculturas organizacionales: del ego y de los celos profesionales.

En cada una hay un elemento incitador diferente. En la cultura del ego lo que prima es el Yo. Lo que yo pienso, lo que yo dije, lo que me gusta, lo que creo que le debe gustar a los demás, lo que hace o piensa el otro no es igual de inteligente a lo que yo creo…

En la cultura de los celos profesionales, existe un interés apresurado de demostrar que se es indispensable y un gran temor porque otro profesional llegue a aportar igual o más que esta persona. Lo que mueve a este tipo de colaboradores es un gran miedo porque alguien ocupe su lugar. En la mayoría de los casos, dichos temores son tan erróneos que con quien se compite no es su competidor, y su peor enemigo al interior de las organizaciones terminan siendo ellos mismos.

Estas dos subculturas impiden tomar decisiones orientadas hacia la reacción ante el error. En estos dos casos, por encima de la empresa siempre estará el “yo” como un factor innegociable.

Dejar a un lado la cultura del obstáculo, hará ver a su equipo de profesionales más profesional, más innovador y más inteligente.

Consultor en Comunicaciones Estratégicas 

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