Un nuevo grito de independencia

José Adrián Monroy

Hoy 20 de julio, conmemoramos un año más del suceso en el que Luis de Rubio fue a la casa del español José González Llorente, a quien le pidió prestado un florero para decorar la mesa de Antonio Villavicencio. Su negativa, sirvió de pretexto para que Francisco José de Caldas y Antonio Morales intervinieran, y se generara una gran revuelta por parte del pueblo en contra del virreinato español.
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Aunque no fue el 20 de julio el momento en el que nos independizamos, sí fue la fecha en la que se dio inicio a la lucha por liberarse de la corona española, el famoso grito de independencia. La proclamación de independencia se terminó dando bajo el mando de Simón Bolívar, luego de que se diera una campaña que inició en mayo de 1818 en Venezuela y terminó con la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819.

En esa época combatimos para liberarnos del yugo que nos imponía España, la madre patria, sin embargo, 210 años después me pregunto: ¿será que si alcanzamos nuestra libertad?, ¿actualmente somos un país libre?, creería que no.

Colombia es un país que está atado a sus propios demonios y eso nos hace anclarnos al pasado; estamos sometidos ante una tradición bélica que nos lleva a la violencia y la intolerancia como si estuviéramos resignados a que ya hace parte de nuestra idiosincrasia. Superamos la colonización española y desde entonces seguimos en una constante guerra entre nosotros mismos que no hemos sido capaces culminar.

Quizás la razón de todo esto la expone el catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona y especialista en Historia Militar, Antonio Espino López al señalar, que la conquista estuvo acompañada de masacres, asesinatos, amputaciones de manos y pies, heridas curadas con aceite hirviendo y violaciones, actos que fueron ejecutados no por nobles españoles, sino  por esclavos y los presos de la más baja ralea que, al cruzarse con nuestros indígenas, forjaron lo que ahora somos.

Hemos evolucionado en otras cosas pero en eso parece que nos hubiéramos quedado estáticos en el tiempo. La beligerancia que nos caracteriza la enfocamos en hacernos daño por cualquier motivo o circunstancia; estamos retrocediendo al dejarnos exacerbar por pasiones ideológicas y partidistas, que generan una polarización profunda y nos están llevando al borde de tocar el detonante de siempre, la violencia.

Es justo que nos hagamos una introspección, y que desde el fondo de nuestra conciencia demos un grito moderno de independencia que nos libere de nosotros mismos. Que un día como hoy, en el que recordamos las proezas de nuestros antepasados, nos inspiremos para cambiar todo aquello que no nos deja surgir como sociedad, pues de todos depende que no repitamos los errores que nos han costado tanto dolor y sangre.

JOSÉ ADRIÁN MONROY TAFUR

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