De la virtualidad en el Congreso

José Adrián Monroy

Hace algunos días, fue polémica nacional el chasco que le sucedió a la senadora Angélica Lozano, cuando en una sesión virtual por zoom de la Comisión Primera del Senado quedó activo su micrófono, lo que permitió que todos escucharan unos comentarios salidos de tono sobre el tema que estaban debatiendo. Las sesiones virtuales del Congreso.
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Todo empezó porque la Corte Constitucional, declaró inconstitucional la norma que permitió las sesiones virtuales de las ramas del poder público, entre ellas las sesiones no presenciales del Congreso. Con una apretada votación de cinco contra cuatro, la Corte tumbó el artículo 12 del Decreto 491 del 28 de marzo de este año. Pero la Corte no le cerró definitivamente la posibilidad de virtualidad al Congreso, de hecho, si el congreso cambiaba su reglamento interno para incluir esa posibilidad, podría sesionar de forma remota.

Entonces, ante la situación que se vive por el Covid – 19, radicaron el proyecto que modificaría el reglamento interno para que los congresistas pudieran surtir las sesiones legislativas desde sus lugares de confinamiento. Sin embargo, nació otro problema, gran parte del salario de los congresistas lo componen los gastos de representación, que es el dinero destinado a sus desplazamientos, no solamente a Bogotá para sesionar, sino también en sus regiones para atender las necesidades de su electorado.

Bajo estas circunstancias, si los congresistas no pueden desplazarse a ningún lugar por el riesgo de contagiarse de coronavirus y sesionan desde sus casas, es lógico que no se causen ni se paguen los gastos de representación que equivalen a cerca de quince (15) millones de pesos. Pero, ahí viene la frustración de la senadora Lozano, puesto que la propuesta de reducir los gastos de representación ni siquiera alcanzó los votos para que fuera proposición y así ser discutida, mientras que las sesiones virtuales están a un solo debate de aprobarse.

Muchos en el Congreso no han querido entender o están fuera del contexto del porqué son una de las instituciones con más desaprobación entre los colombianos, pues con esas “decisiones”, no muestran la empatía que reclaman hoy los ciudadanos ante lo que está pasando. ¿Se imaginan qué puede sentir una buena parte de los que deben confinarse por enfermedades preexistentes, porque no tienen trabajo o porque el Gobierno lo decretó y ni siquiera  tienen lo necesario para vivir?

Más allá de que los congresistas puedan sesionar de manera virtual y continúen devengando su salario completo, ¿será que desde la virtualidad, podrán ejercer un efectivo control político? La verdad lo veo muy complejo, como también veo difícil que llamen a cuentas a un gobierno que no le ha informado al país sobre los recursos que han destinado para enfrentar la crisis y que con el Congreso confinado, seguirá a sus anchas sin que nadie le ponga límites.

JOSÉ ADRIÁN MONROY TAFUR

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