La necesaria y urgente Reforma a la Justicia

José Adrián Monroy

Desde hace un buen tiempo, el país requiere y merece una reforma a todo nuestro aparato de justicia. Y no es por un suceso en particular, obedece a lo que históricamente viene pasando con la rama del poder público que se encarga de administrar equidad e imparcialidad en los conflictos jurídicos que se presentan.
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Actualmente en las altas esferas del poder, existe un entramado de intereses que quiere perpetuar sus privilegios de los que se benefician unos pocos; en donde la componenda, la puerta giratoria, el ayúdame que yo te ayudaré y el manzanillismo son el pan de cada día.

Para iniciar, es preciso recordar cuales son las altas cortes en Colombia: La Corte Constitucional, La Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado y algunos incluyen al Consejo Superior de la Judicatura por tener el mismo nivel salarial.

A los magistrados de la Corte Constitucional (9), los elige el Senado de la república por una terna integrada por un candidato del Presidente de la República, uno de la Corte Suprema de Justicia y otro por parte del Consejo de Estado. A los de la Corte Suprema de Justicia (23), los elige la misma corporación de listas conformadas por el Consejo Superior de la Judicatura; también, los magistrados del Consejo de Estado (31), son elegidos por la misma corporación de listados de acuerdo al reglamento que ellos mismos se imponen. Por último, el Consejo Superior de la Judicatura (6), los eligen la Corte Constitucional, La corte Suprema y el Consejo de Estado.

Todos estos magistrados tienen periodos de 8 años que a su vez, inciden directamente en el nombramiento del Procurador General de la Nación, del Contralor General de la República y el Fiscal General de la Nación; en los dos primeros envían candidatos para que sean elegidos por el Congreso de la República, y al último, lo elige la Corte Suprema de Justicia de terna enviada por el Presidente de la República.

Como consecuencia de lo anterior, es habitual ver a esposas, hermanos, hijos, sobrinos y demás familiares de los magistrados – nepotismo –, circulando por los despachos de todos de todas estas instituciones, fruto de pagarse favores entre sí. Y, ¿todavía algunos creen que la justicia no está politizada?

Ésta es una pequeña muestra de por qué planteo que debe existir una modificación estructural y de fondo a la forma como se concibe la justicia colombiana, donde para llegar a ocupar un asiento en las altas cortes deba ser el culmen de una prolífica, disciplinada y arraigada carrera judicial y no el resultado del lobby y el clientelismo. ¿Por qué sí, para los jueces de todo orden y los magistrados de los tribunales existe el concurso, pero para ellos no?

Finalmente, la reforma a la justicia tiene que ser un punto de la agenda legislativa de nuestros congresistas, por desgracia, cada vez que se ha intentado debatirla ha fracasado. Solo nos quedaría la asamblea nacional constituyente. Porque como dijo Álvaro Gómez Hurtado: el sistema debe tener la capacidad de auto reformarse, de lo contrario, vendrán nuevas fuerzas que arrasarán con el establecimiento. 

JOSÉ ADRIÁN MONROY TAFUR

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