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Según la Organización de Naciones Unidas – ONU – , una masacre ocurre cuando tres o más personas son asesinadas en un mismo hecho a manos de un mismo perpetrador. En ese sentido, desde enero hasta la madrugada de este sábado, se han ejecutado 36 masacres en diferentes zonas del país y no “homicidios colectivos” como desatinadamente afirmó el Presidente Duque.
¡Nos están matando!, es la consigna utilizada en redes sociales como protesta por los recientes hechos presentados en zona rural de Arauca que arrojó cinco víctimas, otra con seis víctimas en la noche del mismo viernes en El Tambo, Cauca, y el sábado en Tumaco, Nariño, donde fueron seis los asesinados; pero, ¿quiénes nos están matando?, ese es el gran dilema, porque la especulación sobre los que están detrás de estos crímenes es constante. Sin duda, estamos ante asesinos que quieren, a como dé lugar, establecer dominio en ciertos lugares que son ideales para todos los eslabones que componen el narcotráfico: cultivo, procesamiento, fabricación, tráfico de droga y por supuesto, la ausencia de presencia estatal.
Disidencias de las Farc, el ELN, paramilitares, Clan del Golfo, Los Caparros y hasta tropas de carteles mexicanos son los grupos armados al margen de la ley que día a día ganan terreno y poder, ante un estado que tiene una actitud pasiva frente a lo que está pasando; algunos representantes del gobierno y políticos aliados insisten en culpar a Juan Manuel Santos y al acuerdo de paz por la situación actual del país, siendo un argumento insulso que solo busca minimizar y distraer la opinión pública haciéndole combustión a la desgastante polarización política que se vive.
Ya es justo que desde el gobierno nacional se pase la página, pues no se le puede seguir echando el agua sucia de lo que pase al gobierno pasado; han transcurrido dos años desde el inicio del mandato Duque, donde se prometió que la seguridad, como bandera de su partido y del uribismo en general, sería la herramienta que garantizaría la paz y el orden, y como consecuencia, llegaría la inversión extranjera, opciones de empleo y mejor calidad de vida para los colombianos.
Sin embargo eso no ha pasado, la percepción de inseguridad viene creciendo y eso es de hoy, de ahora; por lo tanto, debe este gobierno asumir con autoridad y determinación esta crisis de violencia, enfrentarla, no con la intención de menospreciar sus efectos, sino con la decisión de resolverlo, escuchando a la comunidad de los sitios afectados, llevando desarrollo y disponer de todas nuestras fuerzas armadas para defender nuestro territorio.
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