La “vieja esta”

Juan Carlos Aguiar

Iván Duque, de traje oscuro, camisa blanca y corbata azul celeste, hablaba a su esposa María Juliana Ruiz, cuando se le escucharon aquellas desacertadas palabras, por decir lo menos. “La vieja esta, diciendo que dónde estaba yo, que no la estaba escuchando”, aseguró mientras se refería a la senadora de la oposición Aida Avella. Más allá de las palabras “vieja esta”, despectivas y descalificadoras, hacia una mujer respetable, lo más delicado es que son tres detalles los que agravan este bochornoso episodio.
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Primero: la frase es dicha por el Jefe de Estado, un hombre cuyo comportamiento y palabras deberían estar a la altura de la investidura presidencial otorgada por la mayoría de los colombianos en las urnas. Segundo: fueron pronunciadas en el Palacio de Nariño, epicentro del poder ejecutivo, desde donde se debería dar ejemplo de tolerancia y respeto. Tercero: fue el 20 de julio en otro aniversario de la independencia, día en el que, se supone, deberíamos recordar que nuestros antepasados acabaron con el yugo y la tiranía, no para que los líderes de hoy deslegitimen a una mujer de amplia trayectoria.

La actuación de Iván Duque lo único que demuestra es que hay un sector, dirigente de Colombia, que sigue atrapado en el pasado, donde gamonales eran amos y señores acostumbrados a que con solo levantar un dedo establecían lo que estaba bien y lo que no. Paradójicamente las palabras del mandatario de los colombianos se conocieron gracias a un video publicado en Twitter por la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez. No porque ella, quien como mujer debería repudiar el hecho, quisiera denunciarlo; no. Lo hizo solo para demostrarle a Aida Avella que el presidente seguía por videoconferencia su intervención en el Congreso. Avella acababa de preguntar, con todo derecho, si el mandatario la escuchaba. Prueba de que lo dicho por Iván Duque no estaba nada bien, es que Marta Lucía Ramírez, o sus asesores, eliminaron la publicación rápidamente, pero pocos minutos bastaron para que los usuarios de la red social guardaran para la posteridad el lamentable incidente.

Aunque no faltaron los que quisieron justificar el uso de la palabra “vieja” como parte de nuestro vocabulario diario o por costumbrismo, hay que recordarles que, como muchos otros términos usados en Colombia, el tono y el contexto determinan el real significado de lo que quiere decir el interlocutor. No conozco a Aida Avella, pero si su historia. En 1996 fue atacada con una bazuca en el norte de Bogotá lo que la condujo al exilio, del que solo regresó 17 años después. Avella, de 71 años, es una sobreviviente de una de las tantas guerras en Colombia, en la que exterminaron a bala a los integrantes de la Unión Patriótica. Solo por ese hecho, más allá de que sea mujer, colombiana, congresista o vocera de la oposición, el presidente Iván Duque debería otorgarle todo su respeto, como parte fundamental de las garantías que existen para hacer política en una democracia moderna.

El pasado 20 de julio el propio Iván Duque habló antes de que lo hiciera Aida Avella y dijo: “Invito a continuar la batalla de las ideas desde la claridad de las diferencias, pero atreviéndonos a desafiar la política del odio que promueven los profetas de la fractura nacional”. Bien reza el refrán que, “del dicho al hecho hay mucho trecho” y, en esto, Duque parece ser experto. Por ahora, ni cumple sus invitaciones ni mucho menos tiene la gallardía de disculparse por un gran error.

EL NUEVO DÍA

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