La cruda realidad

Juan Miguel Villa Llora

La Misión de Empleo entregó un diagnóstico desafiante sobre el funcionamiento del mercado laboral colombiano: las altas tasas de informalidad laboral son una trampa sin salida que conduce a la mayoría de los trabajadores a un retiro sin ingresos garantizados. Es tal la complejidad de la informalidad laboral que al mismo tiempo es causa y efecto de una baja productividad. Las raíces de esta situación son tan profundas que el propio jefe de la Misión, Santiago Levy, pidió no intentar solucionarlo todo “de un solo jalón” sino de trazar un camino e ir recorriendo paso a paso para evitar dañarlo todo.
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El primer ingrediente para ser formal laboralmente en nuestro país es tener ingresos superiores a un Salario Mínimo Legal Mensual Vigente (SMLMV). Sobrepasar ese umbral es una realidad solo para la mitad de los trabajadores que están facultados para hacer aportes a la seguridad social integral. De ahí en adelante, a cada trabajador le espera alcanzar la estabilidad necesaria sobrepasando otra cantidad considerable de obstáculos en las reglas de juego del mercado laboral. Por ejemplo, tan solo una tercera parte de los afiliados en Colpensiones logra hacer cotizaciones continuas desde enero a diciembre en un mismo año, el resto lo hace por once meses o menos tiempo, o incluso, ninguna vez.

Referirse al salario mínimo como el enemigo público número uno para el buen funcionamiento del mercado laboral colombiano es controversial. Preferimos la certidumbre de un salario mínimo al cual aspiramos, en lugar de la realidad que nunca vamos a alcanzar. En términos absolutos, el salario mínimo es visto como un umbral insuficiente para lograr un cierto nivel de vida ideal y sobre el cual se encienden discusiones de justicia social cada vez que se habla de su incremento. Es imposible bajar el salario mínimo de manera concertada si esa fuese la salida. En términos relativos, el SMLMV es visto como un hito inalcanzable al estar alejado de los ajustes de la productividad laboral. Para alguien desprevenido la solución podría parecer la de aumentar la productividad laboral en lugar de reducir el salario mínimo. 

Lo sensible de este asunto es que la misma Misión identificó que no es posible aspirar a que la productividad laboral mejore al tiempo que las reglas de juego de nuestro mercado laboral facilitan que empeore. Por un lado, los trabajadores que ganan menos del salario mínimo tienen incentivos para estar en esa condición cuando se acercan al umbral. La protección social invita a los individuos a tener acceso a una cantidad amalgamada de subsidios si permanecen en la informalidad. El camino hacia la formalidad está lleno de impuestos reflejados por la pérdida de los subsidios y el cobro de descuentos salariales por servicios que deben ser adquiridos de manera contributiva, tal como la salud. Por otra parte, las empresas tienen incentivos a permanecer pequeñas con productos de muy bajo valor agregado. Esto para pasar desapercibidos y huir de las regulaciones que implica ser formal. El lector que haya administrado una nómina de trabajadores sabe a qué me refiero.

Juan Miguel Villa.

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