Otro “conejo” sanitario

El TLC con Canadá no sólo es el primero que ratificamos con uno de los ocho países más industrializados.

Es, ante todo, el primero que negociamos bajo parámetros aceptables de reciprocidad y complementariedad. Sobre el papel, Canadá habilitó la desgravación total para el 98% de nuestras exportaciones –incluida la carne bovina–, con acceso inmediato y preferencial, salvaguardias y desmonte de subsidios y aranceles a nuestro favor. La mala noticia es que estas condiciones excepcionales siguen siendo ajenas a la ganadería colombiana. Pese a las enormes posibilidades, seguimos sin respuestas en materia de admisibilidad sanitaria, clave para el frustrado intento de globalizarnos.

Alguien debe explicar a la opinión pública y al país ganadero ¿por qué sólo hemos abierto mercados de papel para los productos cárnicos o lácteos? ¿Cuáles son los impedimentos para avanzar en los protocolos de admisibilidad sanitaria? ¿Cuándo entrarán en vigencia los mecanismos de inspección, control y vigilancia para el sacrificio de ganado, avances que el Invima no ha presentado a las autoridades Canadienses?

Desde el inicio de esta reciente ola aperturista, no hemos hecho nada en estos frentes. Instancias como Invima o el ICA difícilmente pueden operar controles sanitarios de su competencia, sin laboratorios ni personal suficiente. Y todavía nos preguntamos si la Dian está en capacidad de administrar y contabilizar los contingentes de importación vía TLC´s, activar salvaguardias para volúmenes superiores a los autorizados, monitorear los aranceles preferenciales o supervisar cláusulas técnicas de origen.

Sin estas condiciones ¿cómo negociamos con Canadá el reconocimiento de nuestro estatus como país libre de aftosa con vacunación, después de invertir US$500 millones en su erradicación? o ¿cómo definimos mecanismos de evaluación de riesgos, para que ellos certifiquen y habiliten nuestras plantas para exportarles? Así no llegaremos a Canadá, México o Suiza, ni en el futuro a Chile, la UE o Estados Unidos. Es imposible con meras ventajas arancelarias, aunque se nos haga agua la boca con imaginar las oportunidades.

Sólo Canadá es un mercado de 34.5 millones de habitantes, un desarrollo económico siete veces superior al nuestro, altos índices de ingresos e importación per-cápita y, además, tenemos una balanza comercial deficitaria. Incluso la industria bovina canadiense está enviando señales favorables.

La carne ocupa el sexto lugar en sus importaciones agroalimentarias, con un crecimiento promedio anual de 3,1% entre 2001 y 2010 y una diversificación de sus proveedores desde Suramérica. Además, los costos de producción y el clima le pasan factura. Su inventario bovino ha disminuido desde 2006. A enero de 2011 tenía 12,5 millones de cabezas, 3,4% menos que en 2010, comportamiento que ha seguido el hato de carne que cayó 2,7%. ¡Es una excelente oportunidad!

Credito
JOSÉ FÉLIX LAFAURIE RIVERA

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