Congreso Nacional de Ganaderos

José Félix Lafaurie Rivera

Después de nueve años de exitosos resultados, culmina el proyecto “Ganadería Colombiana Sostenible”, promovido y dirigido por Fedegán, y financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, Gef, del Banco Mundial, y por el Gobierno del Reino Unido.

El proyecto, que contó con la participación de Cipav, el Fondo Acción y The Nature Conservancy, promueve Sistemas Silvopastoriles que preservan la naturaleza e incrementan la productividad. Por tal razón están llamados a ser el norte para la ganadería, con una meta para 2022 de 100.000 hectáreas convertidas, presentada por el presidente Duque en reciente Cumbre Mundial sobre Cambio Climático en la ONU.

Este es uno de los temas del Congreso Nacional de Ganaderos, que se realiza en Bogotá entre el 25 y 26 de noviembre, bajo el lema de “Ganadería Sostenible: el futuro”, un postulado de reconversión productiva con sostenibilidad ambiental, a partir de la ciencia, la tecnología y la innovación.

Esa nueva ganadería podrá acceder a los principales mercados internacionales, otro tema del Congreso, en el que expertos se analizarán el potencial exportador de la ganadería y el acceso de la carne colombiana al mercado chino, una posibilidad real y una alternativa de diversificación exportadora.

Aunque adolece de grandes carencias en competitividad, comenzando la precaria red vial terciaria y la inseguridad, Colombia tiene ventajas comparativas para la exportación de productos ganaderos, que deben ser aprovechadas como factor para la modernización ganadera y la recuperación del campo.

Nota bene. Lo que tenía que pasar pasó, la Colombia urbana salió a marchar por un mosaico variopinto de motivaciones y, en muchos casos, sin motivación alguna. Los vándalos hicieron de las suyas impunemente, agredieron a la Fuerza Pública y destruyeron bienes públicos a su antojo; y al caer la noche, las cacerolas sonaron más estridentes en los conjuntos residenciales de las clases más pudientes. ¿Por qué protestaban?

Respeto profundamente el derecho a la protesta social, pero rechazo la irresponsabilidad de llevar al país al borde de abismos peligrosos, a sabiendas de los enormes riesgos, mientras los medios suman rating como si se tratara de un espectáculo ajeno y distante, y el “centrosantismo” se frota las manos alebrestando una inconformidad acumulada, cuya factura le corresponde más que a nadie al mismo Santos, que dejó resembrar el país de coca y de violencia, y no tuvo límites para comprar con mermelada los apoyos para una paz mal negociada.

Mientras tanto, la olvidada Colombia rural, ella sí con motivos de sobra, no marchó ni hizo sonar sus cacerolas, sino que siguió trabajando en silencio para alimentar a esas masas urbanas que protestan por todo y por nada.

No acabo de escribir estas líneas y ya se amenaza con un segundo día de marchas. Dios nos guarde.

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