Las historias que no nos han querido contar

libardo Vargas Celemin

Carlos V, nuestro profesor de Historia y cuyo nombre no recordamos porque en todo el colegio lo llamaban así, no por su parecido con el Rey de Francia y de España, sino ante todo, por la emoción con que recitaba los rasgos de la personalidad del monarca que gobernó sobre varios imperios, reinos y dominios. En sus largas disertaciones que solo eran interrumpidas por el sonido de la campana, el profesor jamás mencionó las masacres que en nombre del Rey cometían los conquistadores como Sebastián de Belalcázar. Nunca nos contó las historias reales de nuestros antepasados.
PUBLICIDAD

Vinieron otros profesores a seguir con la cátedra de Historia Patria. Hablaron de esos superhombres que lograron dominar a miles de indígenas a sangre y fuego para catequizarlos en nombre de su dios y guardaron silencio frente al genocidio, el acaparamiento de la tierra, las torturas de empalamiento y el ataque con perros hasta destruir los cuerpos de miles de seres humanos como lo ordenó Sebastián de Belalcázar.

Luego llegaron los que dictaban sus clases exhibiendo en pendones los rostros hieráticos de mirada perdida de los próceres. Las tareas eran dibujar a esos hombres envueltos en casacas de cuello alto, adornos en la pechera y charreteras bordadas que, furtivamente calcábamos  de los libros.

Después fue la pedagogía memorística que nos llenó la mente de datos, cargos, fechas y nombres de batallas ganadas, que debíamos memorizar para los exámenes. Pero ellos tampoco nos hablaron de los miles de indígenas y afro descendientes que entregaron su vida por la libertad de Colombia.

En la última década del  siglo XX, los dueños  del poder se dieron cuenta  que nuevas  generaciones de profesores comenzaban  a hablar en las aulas  de esas historias que no nos quisieron contar los áulicos de la  “cruz y de la espada”. Por eso en el año 1994,  el presidente César Gaviria fusionó la cátedra  de historia con las Ciencias Sociales, porque el alfabetismo de los  indígenas progresaba y con él los avances de las investigaciones y la reconstrucción de la memoria dejaban al descubierto las acciones violentas e inhumanas contra los desposeídos.

Treinta y dos años después se reincorporó la materia de historia dentro del pensum para que los jóvenes colombianos puedan mirar críticamente el pasado y  construir el futuro.

En este contexto, la decisión tomada por el Movimiento de Autoridades Indígenas  del Sur Occidente, el 12 de abril de 2019 y ejecutada el pasado 17 de septiembre por integrantes  de la etnia Misak, no es una venganza, es el acto simbólico del despertar de  grupos marginales que, a través de lecturas de documentos, Crónicas de Indias y tradición oral, están encontrando parte de esas historias que no nos han querido contar.

LIBARDO VARGAS CELEMIN

Comentarios