Los miércoles sin la prosa de Benhur

libardo Vargas Celemin

Cada miércoles en la mañana, luego de leer los titulares de la primera página de El Nuevo Día, daba un salto hasta la sexta y comenzaba a disfrutar la lectura de una prosa refinada, precisa, con tonos de nostalgia y no exenta de ironía y de crítica ácida sobre la realidad social por la que estamos atravesando.
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Generalmente me encontraba con un comentario generoso que destacaba el esfuerzo de un artista local o el encuentro con una magnífica novela hallada en los anaqueles de una librería. Siempre ha estado pendiente del movimiento cultural de la ciudad para reseñar,  con una visión entusiasta, los logros de escritores, pintores, poetas, realizadores cinematográficos y demás trabajadores del arte en nuestro medio.

El pasado miércoles 18 de noviembre Benhur Sánchez Suárez se despidió de su columna con una expresión tajante “No voy más” y en apretada síntesis contaba  los motivos  por los cuales tomó esa determinación. Aunque vamos a extrañar sus comentarios, las razones son válidas y solo quienes sufrimos a veces buscando un tema para enfrentarnos a un  lector hipotético, podemos compartir la angustia de terminar a tiempo el artículo con la esperanza de que alguien comparta nuestra opinión o al menos se detenga a reflexionar sobre lo dicho.

Por nuestra afinidad literaria fueron varias las ocasiones en que llamé a Benhur para preguntarle sobre el tema seleccionado, pues su columna aparecía el miércoles y la mía el jueves y no quería repetir el asunto, aunque fuera con otro enfoque. Dos veces debí cambiar la columna sobre el tiempo y enfrentarme a lo que Truman Capote manifestó sobre el escribir bajo presión: “Es una vida muy penosa tener que enfrentarse (...) con una hoja en blanco, rebuscar entre las nubes y traer algo aquí abajo”. 

Benhur se queja de ese esfuerzo de síntesis que implica el límite de las cuatrocientas cincuenta palabras y comparto plenamente esa zozobra de cada ocho días para encajar dentro del marco editorial. Sin embargo él lo hizo durante dieciocho años alternando los textos de opinión sobre el entorno, con el trabajo casi artesanal  del lenguaje para construir historias  y emociones, como lo hacen muchos escritores en el mundo.

Lamento el retiro de un ser comprometido con el arte, que le ha aportado tanto a la región, no solo  por sus columnas, sus novelas y sus pinturas, sino también por su participación en las actividades y comités que dinamizan el movimiento  cultural de la ciudad. 

No obstante, me regocija el pensar que seguirá en las deliberaciones de un concurso como jurado, leyendo sus aproximaciones críticas sobre un autor, exponiendo sus cuadros o lanzando un nuevo libro, porque la literatura es una pasión de la cual es imposible renunciar.

LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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