¿Qué pasa con WhatsApp?

libardo Vargas Celemin

Como no soy nativo digital y, además, mi uso de las distintas aplicaciones es casi nula frente a la oferta desbordada que la tecnología ofrece, no me interese mucho e inicialmente no leí el comunicado que WhatsApp envió a todos sus usuarios. Sin embargo, la polémica iniciada en los medios de comunicación despertó mi suspicacia y recordé el libro “Dieta digital”, (2012) donde Jordi Romañach pronostica el nuevo oleaje de las comunicaciones, cuando aún WhatsApp no tenía la preponderancia que tiene actualmente:
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“En pocos años hemos pasado de ser visitantes pasivos de webs a suministradores activos de contenidos en las redes sociales.(…) La mayoría de estos contenidos, además están relacionados con nuestras vidas, con nuestra intimidad, con lo que antes llamábamos nuestro espacio personal”.

Efectivamente, una juventud prisionera de un nuevo tipo de autismo es la principal aportante de información. Desde la pequeña pantalla del celular se confiesan, cuentan sus intimidades, sus frustraciones, sus proyectos fallidos, sus hábitos consumistas, pero sobre todo, esa necesidad de reconocimiento, de encontrar supuestos amigos y leer sus mensajes cursis, cuando desde cualquier lugar del mundo  le envían un mensaje halagador o una foto falseada. Todo esto es aprovechado por los dueños de las redes sociales y sus ejércitos que perfilan tipos psicológicos, los que más tarde serán utilizados para bombardear con anuncios, publicidad engañosa y noticias falsas a ingenuos cibernautas.

Muchos adultos también usan esta mensajería que, aparentemente es gratis, porque no se valora lo que significa la privacidad de los individuos, y la usan para diversos fines: Los políticos para tratar de llegar a hipotéticos electores. Los pedófilos para pescar víctimas, los ladrones para cazar botines, y tantas otras formas de hacerle daño a la humanidad. Muchos padres le han abierto las puertas de sus casas a las redes sociales para que forjen la personalidad de sus hijos, sin ningún control, mientras los datos incrementan la información que recibe Facebook de su filial WhatsApp.

Luchar contra esta nueva forma de chantaje que establece Facebook es bastante utópica, pero como no me han hipotecado los sueños, ni la imaginación, tengo la esperanza de que algún día la humanidad, aferrada ingenuamente a esas redes que atan e impiden ver críticamente las  intenciones de quienes manipulan el mundo, solo hagan uso de aquello que le sirva sin comprometer su intimidad, como lo planteó  el ucraniano Jan Koum en el 2009 al fundar la aplicación, que más tarde cayó en las garras monopolistas de Facebook.

La respuesta a la pregunta “What´s up?” (¿Qué pasa?, es muy sencilla, el patrón ordenó algunos cambios en la política de privacidad a partir del 8 de febrero y chantajea con la obligatoriedad de “Aceptar” las nuevas condiciones, so pena de ser borrados como usuarios.

LIBARDO VARGAS CELEMIN

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