¡Ojo con otra “jugadita”!

libardo Vargas Celemin

La jornada electoral del domingo, a pesar de las expectativas y presagios, transcurrió en relativa paz; se disminuyó un poco el abstencionismo y las denuncias por la falta de transparencia del proceso. Los resultados se dieron oportunamente y fueron muy cercanos a lo planteado por algunas encuestadoras.
PUBLICIDAD

El candidato del Pacto Histórico obtuvo el primer lugar con dos millones y medio de votos de diferencia frente al ingeniero Rodolfo Hernández que ocupó el segundo lugar. La derrota de Federico Gutiérrez, quien encarnaba al uribismo, lo mismo que los vicios de la politiquería de sus aliados, fue lo más significativo de la jornada, que puede considerarse, por un lado, como una sanción social al desgobierno del actual presidente y por el otro, como una nueva estrategia de las maquinarias de los politiqueros y los clanes de siempre. 

El discurso de Hernández es muy limitado, sin embargo, sus asesores lo enmascaran con argucias, por ejemplo, hablan de la inutilidad de los debates con su contrincante directo; le hacen repetir el mismo estribillo de su experiencia en la alcaldía de Bucaramanga y lo caracterizan con el imaginario regional del santandereano, con todo el sentido autoritario y antifeminista de que es capaz. Lo que se evidencia es la fórmula simplista de un empresario que considera que presidir un país es igual a manejar unas cuadrillas de operarios. En eso se parece mucho al hacendado y empresario del Ubérrimo que, algunos creen derrotado, sin embargo, la realidad es que sigue vigente con su astucia, generando “jugaditas” y urdiendo mecanismos para continuar en el poder. 

Minutos después de darse los resultados definitivos, en un acto aparente de gallardía,  Federico Gutiérrez, pasó de su ilusión de ser “el presidente de la gente”, a pasajero del supuesto tren del triunfo, ingresando a la “chipa” que lidera el ingeniero y afirmando: “Nosotros no queremos perder el país”. Le siguió el candidato de Salvación Nacional quien reiteró la preocupación de las élites del poder: “No nos vamos a dejar quitar a Colombia”, como si ellos fueran los dueños del país.

Hernández, ante la diáspora del uribismo que hace fila frente a las puertas de su candidatura, habla ahora, con el mismo estilo eufemista del gobierno: “acepto los apoyos, pero no firmo alianzas”, es decir, recibe los votos de malandrines del erario, pero cínicamente trata de esconder su vergonzosa compañía.

Mientras esto sucede en las toldas del impoluto y las redes sociales y algunos medios de comunicación exaltan a la nueva figura de la política colombiana, el innombrable extrañamente guarda silencio y deja descansar su Twitter. Entre tanto, al Pacto Histórico llegan personalidades de partidos alternativos, comprometidos también con el cambio.

Ojo pues con el plan “D”, que es la “jugadita” perversa de la derecha colombiana.

 

LIBARDO VARGAS CELEMÍN

Comentarios