¿Cuál guerra queremos ganar?

Hay mucha expectativa con el cambio de Ministro de Defensa y de su cúpula militar. Son sentimientos de gran confianza, ¡se dice que ahora sí vamos a acabar,

y en corto tiempo, con la guerrilla y la inseguridad! Lo oímos de políticos, medios de comunicación y de la gente en general. Lo que no alcanzamos a aclarar es cuál es la guerra que pretendemos ganar.

El conflicto y la violencia son comunes a cualquier sociedad; depende de la presencia y autoridad del Estado, su intensidad. Nuestro Estado, desde la época de la independencia y aún con los avances de las últimas décadas, muestra síntomas de debilidad: falta de control territorial; incapacidad para aplicar la ley y las sanciones ante su violación; la ejecución de una estrategia que impulse el desarrollo económico y social que permita el cuidado de la población y un mayor bienestar, no ha sido eficaz.

No hay duda sobre la capacidad del nuevo equipo al frente del sector defensa; sin embargo, la clave de sus posibilidades de éxito radica en que pueda encontrar la estrategia que resuelva la enorme lista de desafíos que enfrenta el país en el ámbito de la seguridad. Una guerrilla que ha sido disminuida en número y debilitada en capacidad, aunque con nuevos brotes y todavía lejos de su derrota total; bandas criminales que desbordan los campos y ciudades de violencia e ilegalidad; delincuencia común en las grandes ciudades que genera terror, temor y desazón. Estas son algunas de las realidades que se entrecruzan y apoyan mutuamente para amenazar la estabilidad hoy.

Además, resolver los vacíos de la justicia es un tema que no puede esperar; de qué sirven tantos esfuerzos si no tenemos los instrumentos legales para combatir la ilegalidad. No más impunidad. Impunidad es sinónimo de inseguridad y criminalidad.

Entretanto, crear las condiciones para "asegurar la seguridad" requiere de grandes transformaciones sociales a mediano y largo plazo. Es el momento de pensar en que el Estado identifique, priorice, plantee y convoque a los sectores privado y social para que se unan y sumen conocimiento y recursos a proyectos de desarrollo que procuren justicia, equidad y bienestar. La experiencia demuestra que las políticas asistencialistas perpetúan la pobreza y la exclusión; tampoco la inversión de recursos y monitoreo, por si solos, son la solución. Es definitivo el conocimiento profundo de la población, las necesidades a satisfacer deben ser las que demandan las personas a las que queremos proponer una salida de fondo a su situación.

Así pues, el recién llegado equipo de Defensa tiene por delante un reto que demanda nuevas soluciones y el apoyo y respaldo del resto del gobierno. Este además, necesitará de todo su liderazgo y de una gran capacidad para concertar con algunos representantes de la sociedad, la estrategia nacional frente al tema del bienestar general. Los grandes cambios requieren de una efectiva coordinación.

Credito
ANGELA MARÍA LONDOÑO DE LA CUESTA

Comentarios