Vivir y morir de otro modo

Defender y proteger la vida de cualquier ser viviente, es un acto loable. Sin embargo, impresiona el contraste entre el publicitado debate que despierta cada año el espectáculo de las corridas de toros y la sutil y escasa controversia que provoca la muerte violenta y cruel, o lo que es peor, la muerte en vida de muchos colombianos que presenciamos a diario.

Alegan los defensores de los animales que no es sólo su muerte lo que los alienta a manifestarse, sino la humillación de la que son objeto. ¿Acaso no son escandalosamente crueles los actos desalmados y degradantes a que son sometidos muchos de nuestros habitantes? Horror causa el solo mencionarlos…

¿No es aberrante ser portador de un collar bomba? Cómo se sentirá de “acorralado” el elegido para hacer explotar este mortal artefacto. ¿Y la barbarie que encierra el secuestro? Seres humanos privados de su libertad, amarrados unas veces con pesadas cadenas a sus sitios de cautiverio…y otras, agotados y enfermos, obligados a caminar a horas o días de distancia de algún campamento y como si ello no fuera suficiente, les exigen ser actores de pruebas de vida para que otros sean testigos de su deterioro y se contagien de miedo y sufrimiento.


Atroces y repugnantes masacres son cometidas en presencia de niños, adultos y ancianos que difícilmente se recuperarán de las heridas que les dejaron estas vivencias en la memoria y en el alma.


Niños y niñas sin capacidad de discernimiento son obligados a prestar sus cuerpos para que otros disfruten unos momentos… violaciones denigrantes que no sólo dejan dolor en el cuerpo… después del drama, no hay opción distinta a enfrentar el trauma.


Jóvenes campesinos que ven cómo se dispersan los miembros del cuerpo de sus compañeros de juego. El último invento de un insano comportamiento: ataques de celos, de envidia o de despecho, son enfrentados de forma cobarde desfigurando con ácido las caras de nuestras mujeres. Quedaron humilladas y marcadas por el resto de sus vidas. ¡Acabar con la dignidad de las víctimas, parece ser la consigna!


Reportar y describir detalladamente cada acto violento que ocurre en el país, como lo hacen los medios, no es una manifestación en contra de la violencia. Este “despilfarro” de información, lo que ha conseguido es congelarnos el corazón y ello es tal vez nuestro peor acto de inhumanidad: la indiferencia frente al dolor producido por la crueldad del hombre.


Tenemos que cuestionarnos como sociedad: nuestro lado oscuro no lo podemos esconder más. Necesitamos entender qué nos impulsa a producir sufrimiento y dolor, por qué nuestra indolencia… No puede ser sana una sociedad permisiva con tan aberrantes formas de violencia y tan poco compasiva frente a estos hechos. Nunca será justa si abriga espacios donde la crueldad no sea rechazada con vehemencia, no sólo jurídica sino socialmente.


Derrochamos tiempo y energía buscando argumentos para condenar o descalificar acciones o actividades que representan a un mínimo grupo de la población, cuando nuestra preocupación y prioridad debería ser dignificar la vida de todos los colombianos.


Colprensa

Credito
ÁNGELA MARÍA LONDOÑO DE LA CUESTA

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