Alternativa en construcción

Rodrigo López Oviedo

Después de lo alegres compadres que parecían ser Santos y Uribe –Santos cuando le servía, cuan dócil cordero, en varios ministerios, y Uribe cuando lo acompañaba complacido en la primera posesión presidencial-, era de esperarse la total continuidad en las políticas de estos mandatarios. Por eso, cuando se conocieron las primeras contradicciones entre ellos, muchos dudamos de su sinceridad; incluso hoy, pese a lo ásperas que se han vuelto, aún subsiste la idea de que no son tan ciertas, o al menos no tan profundas, y que su solución puede hallarse en torno a una taza de café.

Esa aromática bebida todavía no ha podido servirse. Esto indica que las contradicciones son realmente profundas, como son las que se originan en los intereses de cada clase social, y que se expresan a través de sus partidos.

Dependiendo de la gravedad, las clases sociales echan mano de diversos instrumentos para resolver esas contradicciones. Si son antagónicas, como las que se presentan entre burgueses y proletarios, la única solución es el relevo definitivo en el poder. Pero si no tienen tal carácter, la solución puede encontrarse en ajustes al plan de contrataciones o al gabinete ministerial, en concesiones políticas específicas o, definitivamente, en relevos temporales del gobierno, mientras el propio desarrollo lima las asperezas.

Las contradicciones entre estos mandatarios no son antagónicas. Mientras Uribe fue presidente en representación del sector latifundista, no existió ninguna dificultad para que Santos manejara las finanzas del Estado o incluso a su fuerza pública. Uribe no tuvo ninguna dificultad en permitirse esas generosidades con el representante del sector financiero, máxime cuando ambos coincidían en el respaldo a las transnacionales. El problema se presenta cuando Santos ve la oportunidad de mayor lucro para su clase, si consolida un proceso de paz que resuelva las dificultades existentes para el arribo de nuevos capitales al país y el desarrollo de megaproyectos mineros y energéticos, y Uribe, por el contrario, ve que con la paz se acabarían las oportunidades para el enriquecimiento que ha venido explotando su clase latifundista a través de la guerra, tanto porque con ella ha logrado extender sus haciendas y el control político en amplias regiones, como por los millonarios contratos que ha logrado concentrar en manos de sus conmilitones, de los cuales obtiene también cuantiosas recursos para sí y para su accionar político.

Se trata, entonces, de contradicciones reales, pero alejadas de los intereses populares, salvo por las implicaciones que tienen en su buen vivir. De allí la necesidad de una alternativa distinta a estas alternativas oligárquicas. Esa alternativa está en proceso de construcción y se llama Frente Amplio por la Paz.

Comentarios