Malos augurios

Rodrigo López Oviedo

Resulta inaceptable que estando a punto de firmarse el Acuerdo de La Habana, con el que todo el país presume que se iniciará la construcción de la paz, el presidente Santos venga a salir con que tras la firma “vamos a ver más movilizaciones y protestas sociales, porque ya no va a ser en las selvas a punta de bala, sino por las vías democráticas, como se solucionen las diferencias de nuestra sociedad”.

El Presidente ha sido especialista en afirmaciones salidas de tono, como la de calificar de “extorsión” el pliego de los camioneros, y esta parece una más: está poniendo de presente que lo que vendrá con la firma no será la solución al enjambre de graves problemas que dieron lugar al nacimiento de las Farc y que han alimentado su desarrollo, sino el incumplimiento de lo convenido con esta organización guerrillera tras casi cuatro años de duras conversaciones.

Y si lo que Juan Manuel Santos tiene previsto es ese incumplimiento, resulta apenas lógico que acompañe su anuncio con la exaltación del papel del Esmad, escuadrón represivo encargado de sembrar el terror entre las masas que protestan, del cual nos dice que “se vuelve especialmente importante para preservar la seguridad en todo el territorio”.

Dicho en plata blanca, lo que espera a los sectores populares que se atrevan a levantar su voz en señal de inconformidad y de protesta no es nada mejor que lo que tuvo en tiempos de los siniestros Turbay Ayala y Camacho Leyva, quienes bañaron al país en sangre con su “Estatuto de Seguridad”, ni menos malo de lo que recibió de Uribe con su “seguridad democrática”. Seguirá siendo más de lo mismo, como se ha venido viendo, pero ahora agravado con tamaña confesión de parte.

Es decir, que lo que les espera a quienes reclamen por el anunciado incumplimiento de lo suscrito en La Habana será mayores cargas de represión, reforzadas con paramilitarismo, el cual no ha dejado de operar, ni dejará de hacerlo mientras las condiciones que vengan continúen siendo las mismas que con las que hasta hoy actúa.

Esta notificación presidencial debe servir de alerta al movimiento popular. El continuo agravamiento de la crisis social es abono a sus protestas; y si la respuesta del Gobierno es represión, en lugar de soluciones como las que son formuladas en La Habana, no habrá respuesta más necesaria que la movilización combativa, entretejida por una sólida combinación de organización con la más amplia unidad. Esta es la mejor forma de garantizar la seguridad de las protestas y la de sus líderes. De no hacerse esto, nunca la paz dejará de ser un sueño.

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