Nuestros agradecimientos a Fecode

Rodrigo López Oviedo

Es lamentable que nos estemos acostumbrando a ver, sin pestañear, que la población tenga que acudir a paros para lograr del Gobierno al menos una promesa de solución a sus muchos problemas. Estando obligado a garantizar a todos el disfrute de los derechos fundamentales, así defienda también, y prioritariamente, el interés de los sectores dominantes, es inaceptable que no lo haga, y que obligue a los menos favorecidos a exigirlo a través de medidas extremas, como una huelga, a las que responderá al final con una consoladora promesa, casi siempre acompañada de su intención de incumplirla.

Pero es más lamentable aún que el mismo Gobierno, en lugar de apurarse a conjurar los anuncios huelguísticos, salga con el cuento de que no le preocupan, pues son “expresión normal de la población”, como lo dijeron, cada quien a su manera, Juan Manuel Santos y su ministro del Interior, o como lo indicó Clara López, para quien lo normal es que, después de los acuerdos con las Farc, aumente la conflictividad social ¡Vaya uno a saber si dirían lo mismo si fuese en alguna de sus empresas donde se hiciera “ese tipo tan normal de protestas”.

Pero no es lo que digan los unos y los otros lo que motiva este comentario. El propósito es el de poner en evidencia la inconsecuencia social, aunque sería más justo decir ingratitud social, que se manifiesta cuando algunos sectores se movilizan en defensa de “nuestros derechos”, y permanecemos impasibles.

Los trabajadores de la salud y de la educación, por ejemplo, no solo han asumido la defensa de sus intereses, sino los de la ciudadanía entera, a la que se niega servicios tan fundamentales como los que ellos prestan. En luchas como estas, no debiéramos limitarnos únicamente a la solidaridad. Son luchas que deberíamos asumir como propias; como acciones de legítima autodefensa, ya que los objetivos que se logren redundarán en beneficio de los respectivos trabajadores, pero también de nosotros mismos en cuanto resulten mejoradas nuestras posibilidades de acceso a tales derechos.

Infortunadamente la ciudadanía no lo ha entendido así, y hemos visto siempre a unos trabajadores que luchan solos, sin coparticipación ciudadana, lo que ha hecho que esas luchas terminen justamente con beneficios casi exclusivos para ellos. Así ocurrió con el reciente paro del Magisterio, aunque con una importantísima excepción en cuanto a los resultados: en él se alcanzaron, además, algunos acuerdos respecto del manejo del Sistema General de Participaciones, que pueden hacer que fluyan mejor los recursos que el Estado le ha mezquinado siempre a la educación. Ello amerita nuestro sentido agradecimiento a Fecode.

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