Bien por China

Rodrigo López Oviedo

El pasado 24 de octubre culminó el XIX Congreso del Partido Comunista de China. En ese evento, el más importante de cada cinco años, estuvieron presentes dos mil 336 representantes, escogidos por sus 89 millones de militantes.

Es de destacar el carácter ampliamente democrático del Congreso. En su preparación no solo se eligió a quienes irían a participar en él, sino que también se discutió las propuestas que serían sometidas a su consideración, en aras de garantizar que los lineamientos partidarios para los próximos años interpretaran el criterio mayoritario de las bases.

De máxima importancia fue la expresa manifestación del partido de permanecer fiel a los propósitos socialistas que lo han inspirado desde su fundación, y más aún a partir de 1949, cuando Mao Zedong arribó al poder.

Este es un reconocimiento claro de las muchas bondades que este sistema ha reportado a un país cuya población, bajo el régimen precedente, vivía en el más inhumano abandono. La esperanza de vida de entonces, de solo 44 años, es hoy de casi 77; su tasa de mortalidad infantil es menor que la de buen número de países del primer mundo, al igual que los índices de educación y de otros aspectos que reflejan el constante progreso de China en cuanto a desarrollo humano.

Sin embargo, y esto debe ser claro para quien quiera asomarse con objetividad a la realidad china, no resulta fácil que un país de más de mil 400 millones de habitantes, que estaban inmersos en la más extrema pobreza, revierta tal condición, de la que se admite que muchos aún no han salido, si no es apelando a políticas innovadoras, algunas de las que hacen suponer a muchos que China se ha puesto de regreso hacia el capitalismo. Si así lo fuera, ¿qué necesidad tendría de proclamarse socialista si ello solo le ha dado para vivir cercada por los imperialismos y obligada a distraer ingentes esfuerzos y recursos en prevención de agresiones extranjeras?

No, China no tendría necesidad alguna de proclamarse socialista si no lo fuera. De allí la complacencia de que lo haya hecho entre quienes hemos sufrido infames diatribas por resaltar que solo bajo el socialismo la humanidad puede hallar solución a todos los males que el capitalismo ni se ha propuesto curar.

China sigue consolidándose como una potencia que bien pronto desplazará a Estados Unidos del primer puesto. Ya lo ha hecho en el terreno de las exportaciones y su moneda ha venido erosionando la importancia del dólar como medio de pago en el mercado mundial, que permitirá, además, desmonopolizar la política internacional. Bien por China y su socialismo.

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