Conclusiones de una visita

Rodrigo López Oviedo

Rex Tillerson, secretario de Estado de los Estados Unidos, a su paso por nuestro país, dejó comprobado por enésima vez lo que por igual número de veces han denunciado quienes se duelen por el abandono a que ha sido sometida nuestra soberanía nacional: que las clases dominantes en Colombia fueron bautizadas en la pila de la sumisión a la bandera norteamericana y confirmadas con el tintinear del oro yanqui.

El personaje de marras vino en esta ocasión con dos propósitos: el cosmético, de reclamar acciones más frontales contra el narcotráfico y, el fundamental, de exigir del Gobierno nacional un mayor compromiso con los planes de derrocar a Nicolás Maduro y ahogar en sangre el proceso revolucionario venezolano, lo cual incluye participar del cerco militar que se viene cocinando con la participación de Brasil y Perú.

Pese a que el gringo bien conoce el grado de sometimiento con que siempre han actuado los inquilinos del Palacio de Nariño, cualquiera que sea o haya sido el retrato que engalane el despacho presidencial, no vaciló en ofrecerle al actual, Juan Manuel Santos, unos cuantos dólares más, no fuera que se le pusiera remolón en el cumplimiento de esas urgentes tareas.

Santos, por supuesto, ni corto ni perezoso, arrebató los dólares que le ofreció el amo, y procedió a cumplir tan precisas órdenes. Se reiteró en los calificativos de dictadura que a diario da al Gobierno del bolivariano país y anticipó el desconocimiento que hará de las próximas elecciones, de las cuales saldrá victorioso Nicolás Maduro. Ni forma de negar que lo anterior, sumado a los desafortunados hechos fronterizos que azuza la derecha opositora, armonizan con la estrategia internacional que busca atenuar los rechazos que pueda generar la intromisión armada de parte de las tropas norteamericanas en compañía de los ejércitos de los países cómplices.

Los compromisos y acciones de Santos no pueden corresponder a nadie más que a un vil cipayo, lo cual no es otra cosa que vulgar mercenarismo de parte de alguien cuya dignidad solo le da para poner el pie donde ya lo han puesto otros cipayos de igual condición.

Pero la mencionada visita también dejó al desnudo la poca confianza que han logrado mantener las derechas venezolanas para que sus amos las sigan prohijando, no solo con recursos económicos y mediáticos, sino también con presiones internacionales que incluyen amenazas comerciales y crediticias y sanciones a los principales dirigentes del Gobierno.

La gran conclusión es que el Imperio está dispuesto a lo que sea con tal de que la caverna pueda reemplazar a Maduro y recuperar la hegemonía de antaño sobre las inimaginables riquezas del país.

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