Las elecciones enseñaron

Rodrigo López Oviedo

Los resultados de las elecciones de este domingo y lo que auguran las presidenciales de mayo nos permiten asegurar que los próximos cuatro años no nos depararán nada distinto a los padecimientos que nos han acompañado desde cuando los españoles descubrieron que existíamos.

La votación obtenida por la izquierda -solo nueve senadores y cuatro representantes a la Cámara, más uno que otro colado en las demás listas- indica que seguiremos siendo gobernados por los mismos que, entre anuncios de paz y hechos de guerra, tienen sometida a la población a las más humillantes condiciones de vida, en muy poco diferentes a las que se sufrían cuando el escaso desarrollo de las fuerzas productivas no podían proporcionar más que privaciones a quienes no tenían la suerte de pertenecer a las clases dominantes de la sociedad.

Esos pocos congresistas de izquierda será poco lo que puedan hacer ante la aplastante mayoría de la partidocracia tradicional, cualesquiera que sean las denominaciones bajo las cuales hoy se camuflan buena parte de sus miembros, que continuarán sirviendo los mismos intereses de siempre.

Bien es cierto que esa pobre oposición se verá reforzada un tanto con los cinco representantes a la Cámara y los cinco senadores que las Farc obtuvieron en su búsqueda de caminos diferentes a la lucha armada que utilizaban como medio para hacer política. En consecuencia, seguirán pululando los entuertos que hoy tenemos en prácticamente todas las instituciones del Estado; seguirá reinando la misma desatención a los derechos básicos de la población -aunque agravada por el aborrecible modelo neoliberal-; seguirán aprobándose normas que desnaturalizan los acuerdos de la Habana hasta hacerlos trizas; en fin, seguirá el mismo lamentable estado de cosas que los colombianos hemos tenido que padecer desde el comienzo mismo de nuestros días.

Ni siquiera las consultas para escoger a dos de los próximos candidatos presidenciales nos han favorecido. La sumatoria de los votos de la derecha, que pusieron en el partidor a Iván Duque, superan en buena medida los que por su lado llevaron a la misma competición a Gustavo Petro.

Así están las condiciones con las que nuestro agobiado pueblo, voluntaria o involuntariamente, ha cohonestado. Tan solo una denodada actividad que sirva para reorientar la conciencia de todos y cada uno de los que hasta hoy han facilitado la prevalencia de ese poder, puede servir para imponerle un nuevo destino a nuestro país. Los resultados de estas pasadas elecciones demuestran que con los esfuerzos de Petro y sus aliados no ha sido suficiente. Necesitamos de una fuerza mayor, y todos los excluidos, y solo los excluidos, estamos en el deber de aportar a ese propósito.

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