Y ahora, ¿qué pasará con la paz?

Rodrigo López Oviedo

Luego de que las fuerzas amigas de los Acuerdos de La Habana no alcanzaran en los pasados comicios las curules suficientes para rescatarlos de la agonía en la cual están sumidos, vale la pena que nos preguntemos: ¿qué pasará con la paz?

Y la respuesta no puede ser otra: A diferencia de un haz luminoso que pasa a través de un cristal, sin mancharlo ni romperlo (y que me perdonen mis lectores tan manido símil), el Congreso sí dejará esparcidos por el suelo tales acuerdos, y con ellos la esperada paz que encarnan.

Igual ha sido la suerte corrida por muchas otras iniciativas populares. Eso ha pasado con el Estatuto del Trabajo, pese a que expedirlo es un mandato constitucional. Eso está pasando con las iniciativas de reestructuración del horroroso sistema de salud, a cambio de las cuales se expidió una Ley estatutaria de la que lo único importante es que preserva los intereses de quienes se consideran sus dueños. Eso ha pasado con la reforma política, de la cual los politiqueros no quieren saber nada.

Suerte parecida es la que le espera a la anhelada paz, ahora que los acuerdos han quedado en las peores manos. De tan lamentable estado solo puede rescatarla una poderosa acción de masas que asuma como prioritario llevar al Palacio de Nariño a un hombre que esté dispuesto a reventarse por ella, a diferencia de otros ‘simpatizantes’ que dicen quererla, pero acompañándola con peros que la desvirtúan.

Lógicamente a ese candidato presidencial no lo podemos buscar por los lados de quienes tienen el propósito de hacer trizas los acuerdos. No, no es por los lados de la derecha. Pero tampoco por los lados de esa izquierda menguada, cuya falta de arrestos para la defensa de tan importante bandera la disimula con la presunta conveniencia de despolarizar al país.

Es más, ese candidato ni siquiera hay que buscarlo. Ya ha sido encontrado por miles de colombianos que vienen llenando las principales plazas del país, seducidos por los compromisos que sin ambigüedades presenta. A ese candidato con anterioridad se le ha visto en el Congreso, en la tribuna, y en altos cargos ejecutivos, en todos los cuales ha demostrado sus inmensas capacidades y su compromiso con los más humildes.

Eso nos obliga a respaldarlo. O permitimos que nuestro pueblo se siga desangrando para que las castas dirigentes continúen en el disfrute de lo que no les pertenece, o damos el salto hacia una nueva forma de dirigir al país, comenzando por las transformaciones de que hablan los acuerdos, que son las únicas que nos pueden llevar a la paz.

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