Patria y fútbol

Rodrigo López Oviedo

Un inmenso orgullo quedó sembrado en el corazón de los colombianos con el papel que cumplió la selección de fútbol en el campeonato mundial de Rusia. Con un palmarés de lujo en las botas de algunos jugadores, sabiamente combinado con el buen juego y la disciplina de los demás, nuestro equipo logró llegar a octavos de final, del cual pudo haber pasado a cuartos si no se hubiera interpuesto un disparo desde los doce pasos.

Muchos fueron los compatriotas que empeñaron la nevera para acompañar al equipo. No es para menos. El fútbol es un deporte que atrae el interés de millones de aficionados, entre los cuales desaparecen cualesquiera otras opciones que no sean las representadas en el equipo del alma. Con razón se lo conoce como el deporte de las multitudes.

Pero del fútbol se aprovechan no solo los aficionados que en él buscan sano esparcimiento. También es la causa de que existan ávidos mercaderes que se lucran con las enormes expectativas que crea. Ellos embolsillan inconmensurables sumas de dinero a través de multimillonarios contratos de transmisión radial y televisiva, de la comercialización monopólica de camisetas y otras prendas, de los traspasos de jugadores y, por su puesto, de la venta de los boletos de entrada a los estadios, entre muchas otras formas más.

Toda esa parafernalia mercantil influye en el apetito de los jugadores, de los cuales es de esperar un juego destacado en cada jornada, que generalmente lo brindan, pero pensando no tanto en el equipo que hoy les paga y cuya casaca defienden, sino en el contrato de mayor valor que puede sobrevenir a su destacado desempeño.

Esto es lo que hace del fútbol profesional un deporte mercenario, en el que nunca se juega por amor a una divisa o, tratándose de nuestra selección, por la dignidad de la patria, que es lo que pretenden hacernos creer para atraerles audiencia y teleaudiencia a unas transmisiones que autorizan mediante multimillonarios contratos, y de paso vendernos, no la casaca que ya pasó de moda, sino la que el equipo tiene actualmente en uso.

Por supuesto que todos, o casi todos, amamos a nuestra patria. Pero la evidencia de ese amor no está en la camiseta que luzcamos el día del partido o en cuánto nos desgañitemos cada vez que el equipo empuje el balón a la portería contraria.

No, el verdadero patriotismo se expresa en la búsqueda de un país mejor; en la lucha por el bienestar de todos; en la defensa de la soberanía nacional. En eso se evidencia realmente el amor patrio. Lo demás es caer ingenuamente en manos de mercachifles sin escrúpulos.

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