Violencia por sexo

Rodrigo López Oviedo

La expresión violencia de género ha venido ganando aceptación social, incluso entre personas de las que sería de esperar un uso más esmerado del idioma.

El diccionario de la Real Academia Española tiene cuatro acepciones para la palabra sexo, cada una de las cuales gira inequívocamente en torno al concepto que todos tenemos de él. Por el contrario, la palabra género cuenta con ocho definiciones, seis de las cuales nada tienen que ver con sexo, y las otras dos, aunque sí tocan este aspecto, lo hacen de tal manera que no dan lugar a considerar que sexo y género sean sinónimos.

La misma Academia recomienda que no siendo igual la definición que el diccionario les dé a dos palabras, se utilice la que exprese de forma más precisa lo que quiera decirse. Para el caso presente, por referirse la expresión “violencia de género” a las conductas que vulneren la integridad física o sicológica de una persona por tener una “identidad sexual” distinta a la del agresor, sería preferible decir “violencia por sexo”.

Pero bueno, cualesquiera que sean las palabras que se utilicen, nuestra intención es la de dar cuenta del fenómeno que se presenta cuando alguien se aprovecha de su superioridad física, poder económico o político o jerarquía social o familiar, para someter a su voluntad a otro, solo por tener una naturaleza u opción sexual diferente a la suya.

Por fortuna, este tipo de conductas vienen siendo objeto de un rechazo cada vez mayor, lo cual evidencia lo mucho que se ha avanzado en reconocimiento del derecho a la igualdad y en proscripción de todo tipo de discriminación. Pero también es fruto de las grandes luchas de la mujer y la población LGBTI, orientadas a garantizarse el pleno disfrute de sus derechos.

En reciente decisión, la ONU consagró el 25 de noviembre de cada año para celebrar el Día Internacional de la no Violencia contra la mujer. Esta es una celebración que todos debemos buscar que derive en mejores condiciones de vida para ellas, que siendo factores principalísimos en la preservación de la especie humana, han realizado inconmensurables portes al desarrollo material y espiritual de los pueblos, recibiendo a cambio vergonzosas manifestaciones de discriminación y violencia.

Pero, al igual que la mujer, la población LGBTI también ha tenido que sufrir de iguales o peores conductas, merced a que muchos ven en su opción sexual síntomas de enfermedad, de perversión de depravación, lo cual no la hace merecedora del debido respeto. Por eso, en justicia, esta celebración debería cubrir también a esta población, todo en aras de irnos acercando al ideal de vernos todos como realmente iguales.

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