Damnificados

Rodrigo López Oviedo

Salvo la derrota en Playa Girón, sufrida por Estados Unidos cuando pretendía aniquilar el naciente proceso de construcción del socialismo en Cuba, la política exterior de aquel país no había sufrido nunca en Latinoamérica un descalabro como el que le acaba de propinar la Revolución Bolivariana.

Esta fue una adversidad de marca mayor, y con damnificados múltiples. Después de la oposición venezolana, el primero de ellos fue Donald Trump, quien desde antes de asumir la Presidencia del imperio había anunciado su propósito de ponerle fin a la que ya calificaba de dictadura de Nicolás Maduro.

La ofensiva desatada a partir de su posesión no dejó dudas de que hablaba en serio. Sin embargo, todas las manifestaciones de esa ofensiva le han salido por la culata. Ni las sanciones a la cúpula que gobierna a nuestro hermano vecino, ni el cerco diplomático, ni el bloqueo económico, ni la apropiación ilícita de bienes patrimoniales del Estado venezolano radicados en Estados Unidos, ni el haber ungido como “Presidente interino” de la hermana República a uno de los más incondicionales agentes de la CIA, ni conciertos ni “ayudas humanitarias” sirvieron para dar cumplimiento a sus promesas de campaña.

El segundo damnificado fue Juan Guaidó, quien posa ahora de regente (ja ja ja) de los destinos de su país. A este ilustre desconocido se le ocurrió pensar que sus escasos méritos podrían alcanzarle para ganar el reconocimiento del 50 por ciento de los países del mundo y lograr la deserción de por lo menos la mitad de la cúpula militar venezolana, sin prever que un fracaso ante tan monumentales desatinos podría causarle, como le causó, la más áspera reprimenda de Mike Pence, vicepresidente norteamericano.

Y por supuesto que también quedó de cama el señor Iván Duque, a quien se le ocurrió creer que a Colombia puede manejarla como Uribe maneja sus haciendas y dejarla inerme para que la pisotee el amo yanqui, ante el cual mantiene rodilla en tierra, pero no para dispararle al coloso metrallas de soberanía, sino, por el contrario, para clamarle, lastimero, sus bendiciones. Con respecto a Venezuela, toda su política ha sido de agresión, como si con ello fuera a recibir de manos del imperio algunos barrilitos de petróleo, de los muchos que pasarían a manos de este intruso si este logra sacar del poder a la Revolución Bolivariana.

Pero no solo Iván Duque, también salió maltrecha toda la caterva de indignos mandatarios que, aquí y acullá, dóciles ante el imperio, pisotean los más importantes principios de la política internacional, entre los cuales ocupan primer orden el velar por la soberanía de sus países y respetar la de los demás.

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