Un cantinflas sin gracia

Rodrigo López Oviedo

De lo que es la esencia de la política internacional de Estados Unidos han quedado vergonzosas evidencias, como aquella de las armas iraquíes de destrucción masiva, de cuya existencia, según Washington, ya se habían recaudado pruebas suficientes. Finalmente, luego de más de 10 mil civiles muertos y de los inmensos destrozos en que quedó sumido el país, resultó que las tales armas no existían y que el escándalo por su existencia no era más que un pretexto para invadir el país, remover a Saddam Hussein y tomar para sí el manejo de los hidrocarburos.

De agresiones como la anterior está saturada la historia del imperio, y de todas ellas sus fatales consecuencias han sido muerte, destrucción, apropiación ilícita de las riquezas del país agredido y sus instituciones gubernamentales puesta patas arriba.

Resulta difícil creer que Duque, Piñera, Macri, Bolsonaro y demás lacayos que abogan por una intervención militar a Venezuela desconozcan tan dramática seguidilla de repudiables ejemplos, y se presten para que un nuevo pueblo hermano ingrese a la lista de agredidos, sin reparar en las consecuencias que ello pueda traer a sus gobernados, incluidos aquellos que los tienen en el poder.

Los últimos ingredientes de lo que se está cocinando contra Venezuela dan hasta para Ripley. Un personaje oscuro, tal vez conocido por su familia y vecinos más cercanos, pero elevado por los imponderables del destino a la condición de presidente de una Asamblea Nacional que ha sido declarada en desacato por haber infringido normas relacionadas con su conformación; un personaje oscuro, pero dócil a los mandatos de Washington, está desde hace dos meses dándole curso a la desfachatez sin cuento de considerarse “presidente interino” de su nación, con el solo argumento de una retorcida interpretación de una norma constitucional, pero prevalido del respaldo de algunas cuantas figuras del imperio, entre las cuales se encuentra un Cantinflas sin gracia, el señor Elliott Abrams, quien puesto contra las cuerdas en una rueda de prensa llegó a la cantinflada de decir que Juan Guaidó sí es presidente interino de Venezuela pero que no está en ejercicio del cargo porque Maduro todavía está en él.

Si tal es la condición de Guaidó, si su presidencia interina –de 30 días- aún no ha comenzado, que se retracte entonces de los embelecos de mandatario que le alcanzaron para hacer algunos nombramientos de cónsules y embajadores y hasta para registrar firmas en los bancos donde los gringos le consignarían los recursos financieros que criminalmente sustrajeron de las arcas del tesoro nacional venezolano.

A propósito de todo lo anterior, los gobiernos que reconocieron a Juan Guaidó también deberían retractarse de haberlo hecho.

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