Con solidaridad y agradecimiento

Rodrigo López Oviedo

Ante los métodos terroristas empleados por la oposición y el imperio norteamericano para derrocar al presidente de Venezuela, democráticamente elegido, y ponerle fin a su revolución social, antiimperialista y bolivariana, el parlamento ruso emitió una declaración a través de la cual expresa que: “El uso ilegítimo de la fuerza militar contra Venezuela por parte de otros Estados que respaldan a la oposición será interpretado por el Consejo de la Asamblea Federal de la Federación de Rusia solamente como un acto de agresión contra un Estado soberano y una amenaza a la paz y seguridad internacionales”.

Tal pronunciamiento fue remitido a múltiples destinatarios, entre ellos la ONU, pero sorprende que solo haya sido el gobierno colombiano el que lo haya rechazado y en qué términos.

La declaración es una advertencia a los países que hagan un “uso ilegítimo de la fuerza militar contra Venezuela”, los cuales, y solo ellos, deben ser los que se preocupen por su contenido.

¿Está dentro de ese grupo el Estado colombiano? Esa es la pregunta que debemos hacernos al ver la preocupación del subpresidente Duque. Porque si son los Estados que pretenden agredir militarmente a nuestro vecino país los que deben preocuparse, y el señor Duque lo está, pues es lógico suponer que tiene en mente participar de esa agresión, para la cual, llegado el momento, encontrará motivos suficientes, así hoy esté diciendo que no lo hará.

Y entonces salta una nueva pregunta: ¿Estaremos dispuestos los colombianos a que eso ocurra? ¿Estaremos dispuestos a aceptar que Duque pase de las agresiones verbales a la repudiable agresión militar contra los hijos de Bolívar, nuestro Libertador?

Como es de esperar que no lo estemos, y ni siquiera, por patriotismo, la oposición venezolana debiera estarlo, es hora de salir de nuestra actitud pasiva y pasar al rechazo activo del rumbo de la política exterior que Duque quiere imponerle a Colombia.

Manifestación de ese rechazo es exigirle que la política exterior la cimi

ente sobre los principios internacionales de convivencia pacífica, es decir, principios de paz, de respeto a la autodeterminación de los pueblos, de no injerencia en sus asuntos internos y de integración latinoamericana.

Si lográramos que de la política de agresión pasáramos a la política de fraternidad y paz, podríamos darnos por satisfechos. Esa sería una evidencia clara de nuestro espíritu solidario y del agradecimiento profundo que nos inspiran nuestros hermanos venezolanos por los ríos de sangre que generosamente nos ofrendaron con motivo de la gesta independentista que encabezó su hijo más ilustre, el Libertador Simón Bolívar, y por la infinita hospitalidad brindada a los cinco millones de colombianos que viven dentro de sus fronteras.

Comentarios